¿Una colonia de súbditos insurrectos?

El PP ha demostrado que entiende la España descentralizada como una anomalía y que tiene aliados para imponer la uniformidad: las estructuras del Estado, el PSOE y C's

Esther Vera
4 min
Una colònia de súbdits insurrectes?

¿CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?

El Parlamento de Cataluña hizo en 2006 una oferta seria para actualizar el encaje con España y renovar el pacto de la Transición: un Estatuto que fue negociado, cepillado y aprobado en el Congreso de los Diputados y en el Senado, y sancionado en referéndum. La oferta, maragallista inicialmente, fracasó por el oportunismo del PP, que no tuvo escrúpulos a la hora de utilizar a Cataluña como un catalizador de su españolismo y para hacer oposición al PSOE mientras al mismo tiempo pactaba con los socialistas sobre la gestión de la economía y ETA. "¿Cómo haremos oposición si no es con Cataluña?", decía Mariano Rajoy a un barón socialista. Atizar el fuego contra Cataluña beneficiaba a los populares con discursos de confrontación con otras comunidades autónomas. Eran tiempos en que el PP aún confiaba en que los pactos con los catalanes dependerían de una cantidad económica razonable y, si subía la tensión, de algunos acuerdos que tampoco tendría que cumplir a menos que las mayorías y el PNV flaqueasen.

El esfuerzo político del pacto del nuevo Estatuto fracasó con la sentencia dictada por un Tribunal Constitucional desprestigiado por su partidismo y falta de renovación.

La sentencia del Estatuto mató la lectura de la Constitución que permitía a Cataluña sentirse incluida dentro de España, y la "desafección" de la que hablaba el presidente Montilla ha culminado en 2017 con la elección de un presidente de la Generalitat independentista y un Parlamento que tiene la voluntad mayoritaria de que se convoque un referéndum, preferiblemente, pactado.

Han sido siete años de frustraciones para los partidarios del diálogo y el pacto durante los cuales la política catalana no sólo ha normalizado el independentismo sino que, dominada por la confrontación con el Estado, ha experimentado una transformación del sistema de partidos. Esquerra se ha reconstruido, se ha abierto y ha hecho bandera de un camino hacia el independentismo pragmático y de la lucha contra la corrupción. La Convergencia de Artur Mas ha abandonado el autonomismo y ha liderado la opción refrendaria con un 9-N que no sólo le ha costado inhabilitaciones sino también, después del 27-S y del pacto con la CUP, aparcar el ideario liberal que había caracterizado el centro social postpujolista. La refundación del PDECat está en marcha.

MIENTRAS, EL GOBIERNO DEL PP

El gobierno del PP ha actuado como actúa Rajoy: confiando que el otro cometerá un error antes que él. Entre el judo y la contemplación, Rajoy ha contenido a los que le exigían medidas vistosas y ha optado por deconstruir el autogobierno con decretos ley e intervenir las finanzas de la Generalitat controlando la liquidez y condicionando los gastos. A través de la vía judicial ha esquivado hasta hoy su responsabilidad de hacer política. Ha tratado a Cataluña como a una colonia con súbditos insurrectos que se empeñan en el error y no como un país con ciudadanos que es uno de los motores fundamentales del crecimiento de la economía del Estado y una riqueza para su diversidad. El PP ha demostrado que entiende la España descentralizada como una anomalía y que tiene aliados para imponer la uniformidad: las estructuras del Estado, el PSOE y C's.

¿Y AHORA QUÉ?

El Estado se equivocará si sobreestima su poder formal (el poder duro) y subestima el poder informal (el poder blando) que tiene Cataluña, una sociedad pacífica, impecable en su expresión democrática y sólidamente determinada a votar. No puede olvidar que en democracia siempre, siempre, se acaba votando.

El juego de espejos puede deformar la lectura de la realidad y las fuerzas en los dos lados. También en Cataluña, donde el error que se podría cometer sería confundir la tenacidad y la firmeza con la tozudez estética pero estéril. No saber maniobrar y no hacer política cuando sea necesario, no tener presente que las excepcionalidades no justifican en el siglo XXI -en una democracia europea y una economía moderna- violentar el marco de convivencia democrática. La oferta de pacto siempre debe estar abierta y los estándares democráticos internacionales deben estar siempre presentes para salvaguardar la legitimidad interna y la capacidad de convencer internamente y exteriormente.

RELEVO

Cuando el Gobierno convoque el referéndum, la capacidad de exigencia, la carga de la prueba de la viabilidad de la consulta, pasará a la opinión pública. Los miembros del Gobierno y muchos altos cargos pueden acabar inhabilitados y tener que hacer frente familiarmente a duras consecuencias patrimoniales. De hecho, no hay que olvidar dónde están ahora los inhabilitados por el 9-N, mayoritariamente desaparecidos de la escena pública. El Gobierno tendrá que actuar con responsabilidad y realismo para mantener un apoyo al referéndum lo más amplio posible y con unas garantías democráticas claras. Los partidarios del referéndum serán llamados a dar un apoyo explícito. Entonces comprobaremos si hay un grado de implicación popular suficiente o si vemos lo que decía un venerable abuelo de Tiana cuando se tenía que hacer un esfuerzo: "¡Vamos y descargad!"

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