Entre la revolución y las vacaciones

El Estado no quiere reconocer a Cataluña como sujeto político y una parte importante de Cataluña ha dejado de pedir permiso para existir

Esther Vera
3 min
Entre la revolució i les vacances

BarcelonaAunque cueste darse cuenta, los hechos que marcan nuestras vidas no llevan banda sonora. Ni violines, ni mariachis, ni repican los tambores antes de que el trapecista caiga a plomo o se salve heroicamente.

Los hechos extraordinarios ocurren dentro de una aparente normalidad, y eso es lo que estamos viviendo colectivamente. Las empresas innovan, cierran, la gente empieza a encontrar trabajo, la recuperación no mejora los sueldos, los aires acondicionados se estropean, los jóvenes se juegan el futuro en unas décimas de una nota de corte y en los hospitales se opera a vida o muerte. El tópico dice que, históricamente, los catalanes después de cada victoria o gran derrota salen a levantar la persiana del taller. A mediados de julio de 2017 muchos catalanes piensan en sus vacaciones mientras sube la temperatura política y saben que en algún momento tendrán que apoyar a sus políticos. Está bien que la vida se imponga a la política, es un antídoto.

En el ARA empezamos nuestro formato de verano y el dossier de este domingo lo hemos hecho con los lectores. Es un recorrido por décadas de vacaciones y por los lugares y las personas, los momentos de felicidad, que nos atan a nuestra infancia o aquellos veranos en los que nos reconocemos. Os invito a leer las historias de los lectores en la web y seguro que alguna os suena como propia. Yo recuerdo un coche hasta arriba de maletas y familia, con un casete de Ray Conniff sonando que había que girar. Sentada entre mis hermanos, y con la jaula del canario encima hasta Viladrau. Recuerdo el olor de los árboles, las flores del patio de Asunción de Cal Sastre y las meriendas de la pastelería Font. La custodia del armario de las golosinas sólo es comparable a la de la cámara acorazada de la Reserva Federal.

Estaréis de vacaciones, pero os seguiremos explicando cómo evoluciona la convocatoria del referéndum.

El desafío que vivimos políticamente es de primera magnitud y rompe los parámetros con los que hemos analizado las cosas hasta ahora.

De la cooperación a la confrontación

La mayoría de la sociedad catalana ha pasado del autonomismo al independentismo, con un breve estadio en la ficción del federalismo o el sucedáneo del Estatuto. El único regreso a la España asimétrica lo podrían protagonizar en el futuro un sector de los comuns que confían en hacer mayoritaria su propuesta de transformación de España con Podemos. Pero muchos de sus votantes y la mayoría de votantes de CDC, de ERC, la CUP y algunos del PSC han llegado a la conclusión de que el complejo de inferioridad del vendedor de interfonos de La escopeta nacional murió con el admirado Sazatornil; que, política y económicamente, Cataluña no será lo suficientemente reconocida.

Un Estado impotente

La diferencia entre los políticos y los líderes es la capacidad transformadora y de consenso, además del pensamiento estratégico, la mirada a largo plazo. Incapaz de hacer una propuesta atractiva, el Estado actúa con desprecio y voluntad de victoria abrumadora. La cuestión capital es la negación absoluta "de la bilateralidad" que tanto irrita al PP y le enroca.

La agitación permanente no se puede mantener y hay que dar salida a la situación. El Estado no ha sido lo suficientemente hábil como para dejar rendijas al diálogo. Probablemente tampoco puede, porque la discrepancia es nuclear. El Estado no quiere reconocer a Cataluña como sujeto político y una parte importante de Cataluña ha dejado de pedir permiso para existir, ha desconectado de lo que no considera propio.

Negociar desde la fuerza

Con la consolidación del marco del referéndum, se impone también la convicción de que el choque de legitimidades es imparable y que parece imposible pactar la velocidad del impacto. Alrededor de muchas mesas, los ciudadanos se preguntan qué interlocutores serán capaces de hablar el 2 de octubre y qué fuerzas se habrán acumulado. En Cataluña el único activo de la Generalitat es la magnitud de una votación masiva, que necesita la participación de los moderados, de los que vayan también a votar que no y de aquellos que hoy legítimamente están inquietos por el embate. De ello tiene que tomar buena nota el gobierno en cada paso que dé. En la última crisis también ha aprendido que los eufemismos no sirven cuando los actores y también los ciudadanos tendrán que dar un verdadero paso adelante. A estas alturas no hay alternativa a la convocatoria de un referéndum y no se podrá hacer sin forzar el marco legal actual. El Estado se ha encargado de cerrar todas las opciones de reforma democráticas y de diálogo bilateral y respetuoso. Que nadie se engañe, el viaje es una aventura complicada, pero la alternativa es convertirnos en residuales en un Estado sin proyecto.

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