El mar como conocimiento

Muchos escritores recrean tremendas tempestades. Mucho más difícil es expresar la bonanza

Rafael Argullol
2 min
Constitueix la gran metàfora de la vida. A la imatge, el cap de Barbaria, a Formentera.

La literatura necesitaba hasta tal punto al mar que bien podríamos decir que, sin existencia del mar, a penas existiría la literatura. El Poema de Gilgamesh recorre el mar, la Ilíada se desarrolla bajo la permanente tutela del mar, en la Odisea es el mar mismo el protagonista. A lo largo de la historia de la literatura esta relación ha sido constante llegando, quizá, a su mayor fecundidad en el siglo XIX: Coleridge, Stevenson, London, Conrad… El mar constituye la gran metáfora de la vida, y en las fronteras de ésta es difícil averiguar qué es más arriesgado, la tempestad o la bonanza. Muchos escritores recrean tremendas tempestades. Mucho más difícil es expresar la bonanza, sobre todo aquella calma absoluta que reduce el universo a pura inmovilidad.

Josep Conrad lo hace magistralmente en La línea de sombra, representando la erosión moral y psicológica de los hombres prisioneros de la quietud. Mi preferida, sin embargo, a este respecto es La oda del viejo marinero de Samuel Coleridge. El protagonista de este gran poema cuenta a sus hechizados oyentes, los invitados a una boda, sus aventuras en los mares del sur, del extremo sur, cuando el mar y la vida se hielan. La escenografía es impresionante, con el barco en el que ha viajado atrapado en las turbulencias y luego entre los hielos, encerrado en una calma eterna, desesperante, convertido en buque fantasma cuyos tripulantes, presos de la maldición, mueren lenta, inexorablemente.

Queda, solo, el viejo marinero, el que retorna, el que luego explica la historia del buque fantasma a quienes quieren escucharle, como es el caso de los petrificados invitados a la boda. Pero la gran paradoja es que, en realidad, el viejo marinero, en la apariencia física, es un joven marinero en el calendario: el tiempo se ha volcado sobre él, transformando los días en años, y el mar le ha proporcionado, concentradas, todas las experiencias de una larga existencia. Tras la dura y reveladora experiencia de los mares del sur es joven en edad pero sus cabellos blancos delatan que ya es poseedor de ese ambivalente tesoro que hace a un hombre “más triste y más sabio”.

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