El peligro de la legislatura que empieza

La derecha ha consolidado unas posiciones que eran indefendibles pocos años atrás

Adrià Alcoverro
4 min

El 28-A, la movilización del votante de izquierdas detuvo el envite de la derecha de Colón. En votos, sin embargo, los bloques de izquierda y derecha están empatados. La ley D’Hondt, pero sobre todo Cataluña y el País Vasco, evitaron la victoria de la derecha. Tal como dice David Miró, la derecha dividida, marginal en Cataluña e inexistente en el País Vasco, puede pasarse una larga temporada sin mandar. Siendo eso cierto, los más de 11 millones de votos a la derecha tienen un peso político y sociológico innegable. ¿Podemos decir entonces que la derecha ha pagado, más allá de Cataluña y el País Vasco, su radicalización y el abandono del centro, como se ha afirmado?

Creo que no. En primer lugar, porque en España no hay una tradición centrista, no ha habido partidos centristas de ámbito estatal consolidados como en otros países europeos. Una cultura centrista no se construye en dos días. En segundo lugar, porque la mayoría de votantes presuntamente centristas perdidos por el PP han ido a parar a Vox y a Cs, dos partidos que han hecho campañas de un tono igual o más derechista que el PP. La derecha ha perdido porque la izquierda se ha movilizado. Rivera lo sabe, y por esa razón no tiene ningún problema en plantar cara a las presiones de la patronal, rechazar un pacto con Sánchez y seguir compitiendo por el liderazgo de la derecha. La derecha tiene una idea que alimenta desde hace años, y no creo que ahora pueda dar un giro brusco hacia el centro cuando tiene más de 11 millones de votos.

Las referencias constantes al centro parten de la asunción equivocada de que en las sociedades liberales democráticas la centralidad política, es decir, el espacio donde hay más votantes potenciales, es por defecto el centro ideológico. Es decir, la espina dorsal del electorado encarnaría los valores liberales democráticos: tolerantes, moderados, pactistas y pragmáticos, que entienden el pluralismo como un valor positivo. La centralidad, sin embargo, no es liberal, sino que puede estar representada por cualquier cosmovisión ideológica según el momento político. Por esta razón, la política actual consiste básicamente en definir los contornos de la centralidad mediante relatos que sitúen el debate político en temas que favorezcan a tu formación política. Eso es un ejercicio de ida y vuelta: desde el liderazgo político, por un lado, se intenta transformar la opinión pública a partir de la acción política, y por el otro se busca detectar e integrar en el discurso las corrientes de opinión de fondo que pueden configurar identidades políticas. La comunicación política, los asesores gurús y los datos provistos por las empresas demoscópicas son los engranajes de esta maquinaria política que nunca para.

El problema es que dichos asesores necesitan simplificar la política y los políticos como si fueran una sucesión de algoritmos. Mientras homenajeamos al gurú, el político se convierte en una máquina de repetir ideas precocinadas, de dar 'zascas' y hacer elucubraciones más propias de una taberna. La pobreza del debate político representa la reducción de la política a un tacticismo primario en el que el poder es un fin en sí mismo. Así, la banalización de la política es casi inevitable; las ideologías, la dialéctica de los debates y los modelos de sociedad son meros instrumentos maleables para ayudar a dibujar el relato.

El nuevo rey de este mundo es Iván Redondo, el asesor áulico de Sánchez. El cerebro que hay detrás de la estrategia del PSOE, que se ha basado en construir la imagen presidencialista de Sánchez pero sobre todo en dar un contrapunto en positivo a la destartalada foto de Colón y su antipatía reaccionaria y al mismo tiempo avisar de sus peligros para movilizar a la izquierda. Otra victoria para el currículum de Redondo después de la alcaldía de Albiol, esa vez construyendo una mayoría en torno al eslogan xenófobo 'Limpiando Badalona'. O la presidencia de Extremadura de Monago, el que le decía al alcalde Trias aquello de "Si tencs collons dímelo a la cara". Un gran profesional, dicen.

La derecha se ha visto superada, pero ha consolidado unas posiciones ideológicas indefendibles pocos años atrás. Más de 11 millones de personas que votan a favor de una España neoliberal y uniforme donde Cataluña y el País Vasco son electoralmente prescindibles y socialmente negligibles, tierra conquistada. La derecha tiene un plan para España y sería un error pensar que, a largo plazo, el PSOE puede vivir del tacticismo líquido del hábil Redondo sin tener una visión progresista para construir una centralidad política duradera. Reducir el debate político a un frontismo táctico vacío de contenido o entonar cantos de sirena a Ciudadanos es regalar la iniciativa a la derecha y seguir empobreciendo el debate. Estos dos elementos pueden facilitar, en un probable contexto de crisis económica, que la centralidad política se mueva hacia el proyecto que defiende la derecha. Confiar en que hay un centro político significativo que obligará la derecha a 'moderarse' puede ser otro error fatal. Históricamente, la reacción en España siempre se ha combatido desde la izquierda.

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