La guerra de los pelos

Una oda a las piernas tupidas, las ingles oscuras y las cejas enmarañadas

Amarna Miller
2 min
On hi ha pèl  hi ha alegria

Una buena amiga me dijo el otro día que cada vez que se hace una coleta en público está ejecutando un acto político. Y es que el pelo negro que sobresale de sus axilas atrae inevitablemente la mirada de todo el mundo. Algunos observan con asco, otros con recelo, muchos con simple curiosidad. Sea como fuere, nunca pasa desapercibido.

En mis fotos de Instagram también podemos observar un buen ejemplo de la locura transitoria que invade a la población cuando se enfrentan a una mujer sin depilar. Emojis vomitando, comentarios groseros y el sempiterno discurso que hace alusión a la falta de higiene corporal.

Estamos ya en la recta final del 2017 y aún sorprende descubrir que hay mujeres que se sienten orgullosas de su vello corporal. Pelo suave y pelo accidentado. Liso, rizado, rubio, pelirrojo. Pelo que forma aristas, cumbres y pequeños huracanes.

Pero el problema que subyace en este rechazo social no es la depilación, o falta de ella. Lamentablemente el tema a debate es la tiranía estética que nos obliga a las mujeres a mantener a raya el vello por encima de nuestras preferencias personales. Esos estigmas que siembran ideas estereotipadas en nuestra cabeza y nos hacen gestar opiniones por mera repetición. El pelo es antiestético. El pelo es sucio. El pelo afea. Como si la calidad de tu femineidad dependiese de la la pulcritud con que efectúas el rasurado de turno.

Por eso quiero hacer un llamamiento a favor de que hagamos lo que nos apetezca con nuestro cuerpo en esta pequeña guerra contra lo establecido. Pelos incluidos. Una oda a las piernas tupidas, las ingles oscuras y las cejas enmarañadas.

Y al resto de vosotros, los que no comprendéis de qué va todo esto: respetad, vivid y dejad vivir. De eso se trata.

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