La trampa de la solidaridad

Dentro de España se ignoran las diferencias de precios y productividades

Jordi Angusto
4 min
La trampa de la solidaridad

EconomistaAntes de la expansión de la Unión Europea hacia el este, los países miembros que recibieron más dinero del Fondo de Cohesión europeo fueron España, Grecia, Portugal e Irlanda. Precisamente, los cuatro países que posteriormente necesitaron un rescate. ¿Casualidad o causalidad? El hecho es que las transferencias exteriores impulsan la demanda interna del receptor, presionando al alza precios y salarios, y si no dan lugar a un incremento igual o superior de su productividad le acaban haciendo perder competitividad. Es decir, estas ayudas muy fácilmente pueden convertir en recurrentes su déficit y su deuda externa, y hacer necesario su rescate y el retorno de la demanda interna al nivel anterior con un programa de austeridad.

Con las transferencias fiscales interregionales, en España pasa algo parecido. Si se utilizan para mejorar la productividad y aumentar la capacidad productiva de los receptores, deberían impulsar su economía hasta el punto de convertirlos en futuros donantes potenciales. Desgraciadamente, y debido a las competencias de que disponen, las comunidades están obligadas a financiar básicamente gastos sociales, con poco impacto sobre el crecimiento. Y el Estado, con una capacidad inversora muy superior, ya hemos visto en anteriores artículos a qué la dedica. Como resultado, las transferencias acaban suponiendo una pérdida de competitividad a las comunidades receptoras y agravan las disparidades.

La manera más evidente de constatar esta pérdida de competitividad es comparando los costes laborales: las comunidades receptoras de transferencias los tienen más altos. No en términos nominales, pero sí relativos (es decir, como porcentaje del valor añadido), que a la postre es lo que importa a un empresario. Para una misma inversión, cualquier empresario preferirá pagar cuatro si obtiene un producto por valor de siete que pagar dos si obtiene cuatro. Pese a que, en el primer caso, el salario relativo será el 57% (4/7), y en el segundo será del 50%.

Es lo que encontramos cuando comparamos los países de la UE: un coste salarial que, en porcentaje, aumenta con la productividad. Por el contrario, entre las comunidades españolas la correlación es... ¡negativa! Es decir, que los salarios aumentan en términos relativos a medida que disminuye la productividad. Una verdadera anomalía con un resultado dramático: el paro es más alto allí donde el porcentaje salarial es más alto; es decir, donde la competitividad es inferior. Y esto se da, precisamente, en las comunidades receptoras de transferencias fiscales.

¿Por qué no bajan los salarios donde hay más paro y no aumentan donde hay menos, lo que reduciría el diferencial de competitividad y empleo? Por un lado, tenemos la negociación salarial centralizada, empezando por el salario mínimo, que no se adecua a la realidad productiva y de precios de las diferentes comunidades. Un gran ejemplo de ello es la reclamación de equiparación salarial policial. Tan justa como lo sería la equiparación con las policías alemanas o nórdicas, ¡pero que nadie con sentido común pide! Sin embargo, dentro de España se ignoran las diferencias de precios y productividades, y al ignorarlas ‘se condena’ a las regiones con menos PIB per cápita a menos empleo, lo que congela o aumenta las divergencias.

Por otro lado, tenemos las mismas transferencias interregionales, que reducen la demanda en las comunidades donantes, quitando presión para que suban los salarios, y que la aumentan en las receptoras, añadiendo presión al alza sobre sus salarios. Y como resultado: unos sueldos relativamente similares resultan ‘excesivos’ allí donde la productividad es más baja y ‘muy competitivos’ donde la productividad es superior, lo que hace que se mantengan las diferencias de competitividad y de empleo. Una situación que también encontramos en Italia, donde unos salarios negociados centralizadamente se convierten en un regalo para el norte más productivo y un castigo en forma de paro a un sur que lo es menos.

Si hoy Grecia es competitiva, con más razón podrían serlo el sur italiano y el español. Y para que lo fueran no haría falta la brutal austeridad exigida a Grecia. No sólo no tienen una deuda similar -dado que las transferencias fiscales recibidas no eran un préstamo- sino que tampoco deberían cargar ellos solos la totalidad del ajuste. Un incremento de los salarios a los respectivos nortes haría menos necesaria la reducción de los salarios en el sur. Asimismo, si se sustituyeran las actuales transferencias permanentes y sin condiciones para planes de convergencia dirigidos a financiar inversiones que garanticen su desarrollo, se facilitaría la transición de las comunidades menos desarrolladas hacia la competitividad y el aumento de la productividad. Algo bueno para todos menos para los que se benefician del actual modelo, ya se llamen mafia o administraciones públicas clientelares.

Como en el caso del Fondo de Cohesión europeo y los posteriores rescates, podemos dedicarnos a señalar culpabilidades y acusar a un sur torpe para glorificar un norte más productivo, o bien podemos hacer como hizo la Comisión Europea: entender que verter dinero sin más no resuelve las disparidades y acondicionar ese dinero a planes que mejoren la productividad y la competitividad. En el caso español, esto supondría un cambio copernicano del sistema de financiación estatal y autonómico que, desgraciadamente, nadie parece dispuesto a emprender.

stats