OBSERVATORIO

Todos los frentes de Macron

Carme Colomina
3 min

El miedo ha ido transformando la sociedad francesa y las políticas de Emmanuel Macron. El presidente del europeísmo liberal y protector (por su eslógan de “L'Europe qui protège”) ha acabado abrazando la retórica populista, militarizando cada una de las crisis con las que ha topado su mandato, y se ha abocado a la escena internacional cada vez que ha necesitado marcar perfil propio. Francia es hoy un país en estado de choque, que encara un nuevo confinamiento para intentar aplanar la curva de la pandemia y que se siente vulnerable por los efectos sociales de una crisis, la del covid-19, que contraerá la economía francesa un 11% este año. Pero, sobre todo, es un país fragmentado y crispado, asustado por una violencia terrorista que lo mantiene en alerta máxima. Es “el archipiélago francés” que retrata el libro del director de opinión del instituto IFOP, Jérôme Fourquet: “El nacimiento de una nación múltiple y dividida”. Una encuesta del IFOP publicada a principios de mes aseguraba que la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, conseguiría entre el 24% y el 27% de los votos si las elecciones presidenciales francesas (previstas para 2022) se celebraran ahora, muy cerca del actual inquilino del Elíseo, que se quedaría con entre el 23% y el 26% de los sufragios.

El gaullismo aspiracional de Macron y esa idea primigenia de construir una unidad nacional para reclamar un lugar a escala global están hoy en entredicho. La acumulación de fracturas internas -geográficas, sociales o etnicoreligiosas- y la aceleración de los tiempos políticos desafían a un Macron al que, a pesar de su hiperactividad política y capacidad retórica, se le han ido acumulando los frentes abiertos, en casa y en el exterior.

Desafío mediterráneo

El plan de Emmanuel Macron contra el islamismo radical ha desatado una oleada de protestas en los países musulmanes. La rivalidad permanente con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se ha visto espoleada por el anuncio del presidente francés de poner límites al islam “político” contrario a los valores de la República. De los insultos mutuos a la desestabilización mediterránea: el duelo entre París y Ankara tiene ramificaciones largas. En los últimos meses se han multiplicado los conflictos con Erdogan, desde las disputas sobre aguas territoriales que afectan a Grecia o Chipre hasta el choque con Francia en las guerras de Libia o Siria. La pax mediterranea que Macron reclamaba este verano mientras se apuntaba a las maniobras militares que pretendían disuadir a Ankara de continuar con las prospecciones gasistas en el Mediterráneo oriental es muy frágil. Turquía acusa a Francia de apoyar al mariscal Khalifa Haftar, el hombre fuerte del este de Libia, que desafía militarmente al primer ministro que tiene el reconocimiento de la ONU y el apoyo de Ankara y la Unión Europea. Mientras tanto París afianza su asociación estratégica con los Emiratos Árabes Unidos y sus ambiciones de liderazgo regional, con quien comparte, sobre todo, la rivalidad con Turquía y la hostilidad por el islam político, financiado con el dinero de Qatar. Además, Francia mantiene a unos 5.100 soldados en la región del Sahel, la mayoría en Malí, en un operativo que desplegó en agosto de 2014 para combatir la expansión del terrorismo en la zona.

La nueva tensión entre París y Ankara también es un choque por los espacios de poder y la recomposición de alianzas que la retirada de los Estados Unidos ha dejado en Oriente Próximo, donde Macron busca tener un papel propio, incluso en confrontación con la UE, de tú a tú con Rusia, con quien cree que Bruselas tendría que acercar posiciones.

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