El problema es la ausencia de diagnóstico compartido

La ANC es el último reducto de los unilateralistas

David Miró
3 min

SubdirectorLa falta de unidad estratégica del independentismo es producto de los diferentes diagnósticos que ha hecho cada actor de los hechos de octubre de 2017, que conllevan hojas de ruta opuestos sobre el camino a seguir. Y hasta que no haya este diagnóstico compartido, y en consecuencia un relato consensuado, no será posible rehacer esta unidad. El caso es que en los últimos dos años se ha ido avanzando en la radiografía de lo que pasó, que podríamos sintetizar en tres lecciones. 1) A pesar de la enorme movilización que supuso el 1-O, no se ha demostrado aún que haya una mayoría clara a favor de la independencia. 2) La Generalitat no tiene (ni tendrá nunca) elementos de fuerza coercitiva para hacer efectiva una declaración de independencia unilateral. Y 3) la UE, tal y como está configurada hoy en día, tal vez frunce el ceño ante la represión, pero difícilmente apoyará una independencia no pactada.

Este diagnóstico, en el que coinciden a grandes rasgos ERC, Òmnium y sectores de JxCat y de la CUP, no es compartido por todos. Existe todavía una corriente dentro del independentismo que considera que lo que falló en octubre del 2017 es la determinación de la clase política a la hora de sacar a la gente a la calle y provocar una situación insostenible que obligara a una intervención de la Unión Europea. Esta corriente de pensamiento, que podríamos llamar el de los unilateralistas, se combina con un fuerte discurso antipartidos y tiene su último reducto en la ANC (y parte de JxCat), que es la organización que desde 2012 ha hecho de punta de lanza del 'procés'. Ahora mismo se puede decir que las posiciones de la Asamblea no son representativas de la opinión mayoritaria del independentismo, al menos según las encuestas, que sitúan los unilateralistas en un 9% del total de catalanes.

Pero este independentismo 'enragé' todavía goza de un cierto prestigio social y tiene una gran capacidad de presión, ya que es, a la vez, el más movilizado. Son, en términos marxistas clásicos, la vanguardia, los líderes, y eso les otorga una aureola y una elevada capacidad de atracción. Se trata de un fenómeno también clásico, que se ha producido en otros períodos de la historia, como por ejemplo en el antifranquismo de los años 70, cuando los más radicales, los más puros, eran también los más admirados.

La cuestión es que este núcleo, que vendría a representar un nada despreciable 20% de los independentistas, erigido en guardián de la fe y señalador de traidores, es el principal obstáculo para la unidad de acción que tanto reclaman, ya que su diagnóstico se aleja de lo que el principio de realidad ha ido imponiendo, de manera especialmente dolorosa en las cárceles.

El interés de los partidos

Si mezclamos esta situación con el interés partidista veremos las dificultades objetivas para alcanzar esta unidad. El independentismo se encuentra en un callejón sin salida, producto seguramente de los errores propios. Para volver a actuar de manera unitaria y con visión estratégica debería renunciar a sus elementos más combativos, lo que equivaldría, en términos militares, a hacer una guerra con dos frentes, el interno y el externo. La alternativa aún puede ser peor: la división latente y la inoperancia pueden condenar al movimiento justo en el momento que, desde el españolismo, el partido socialista se erige en un nuevo eje mucho más potente que el PP y Cs .

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