Editorial

Ni los fiscales del juicio se creen la rebelión

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Aunque nos encontramos en el inicio de la fase oral del juicio del 1-O, ya se pueden sacar unas primeras conclusiones. Y la principal es que los fiscales que hace más de un año que han construido una causa sobre dos delitos muy graves, sedición y rebelión, están teniendo muchas dificultades para sustentar esta acusación. Tantas que no parece que estén muy interesados en la cuestión de la violencia, que es la piedra angular del delito, y están centrándose más en dos delitos de menor gravedad, como son el de malversación y el de desobediencia.

Esta actuación de la acusación podría interpretarse como una victoria de las defensas, pero en realidad constituye un auténtico escándalo, porque hay nueve personas que llevan más de un año en prisión, una medida cautelar que sólo se justifica por la gravedad de los delitos de rebelión y sedición. La única lectura posible de esta falta de interés de las acusaciones, al menos de la Fiscalía pero también de la abogada del Estado, que acusa de sedición, es que ni ellos mismos se creen estos delitos. Y es que si se creyeran que en Cataluña hubo una rebelión deberían preguntar por planes de ocupación de edificios estratégicos, por unidades de los Mossos preparadas para actuar, con sus armas reglamentarias, en defensa de la revuelta, etc. Pero como no hay nada de eso, los fiscales no quieren hacer el ridículo y prefieren pasar de puntillas por esta cuestión.

No se dan cuenta, sin embargo, de hasta qué punto la prisión preventiva injustificada y desproporcionada ha hecho daño y ha dificultado en extremo cualquier solución política. Y ha creado una situación en Cataluña que, como demuestra la huelga general convocada para este jueves, está muy lejos de poderse calificar de normal. La indignación de una parte de la ciudadanía de Cataluña se justifica no sólo por la cárcel, sino también por el relato "peliculero" -para usar la expresión de Joaquim Forn- que hacen los fiscales cuando presentan como una gran conspiración unos acuerdos que eran públicos y notorios o unos programas electorales que no fueron impugnados en ningún momento, o cuando convierten unas manifestaciones de protesta en un "tumulto" o la resistencia pacífica de ciudadanos ante las cargas policiales en una violencia implícita.

Otro gran titular de estos primeros días de juicio es la fortaleza e incluso el buen humor que están exhibiendo los acusados, sobre todo en el caso de personas que llevan más de un año en prisión. Esto también debería lanzar un mensaje muy claro a la opinión pública española sobre los límites de la vía represiva.

Y finalmente, el juicio también está suponiendo un baño de realismo para cierto independentismo porque ha quedado claro que el objetivo último del referéndum no era hacer efectiva la independencia sino forzar una negociación con el Estado. Por lo tanto, la conclusión hasta ahora es clara: no hubo rebelión porque no ha habido violencia, y la única salida al conflicto catalán pasa por el diálogo y la negociación política.

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