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Señor Sánchez, hablar no puede ser un problema

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Manifestants amb pancartes de 'Sit and talk' / PERE TORDERA

BarcelonaDesde el ARA siempre hemos defendido la palabra y los votos. Estos días también hemos insistido, y lo seguiremos haciendo, en la no violencia, al no caer ni en las provocaciones de los excesos policiales ni en la ira ante la durísima sentencia. Lo hemos dicho tanto por estrategia (la violencia sólo beneficia la derecha española, perjudica la imagen de Cataluña en el mundo y aleja la mayoría social soberanista) como por convicción. La no violencia se basa, en último término, en la fuerza de la palabra. Sólo a través de la palabra puede haber futuro. Y en los peores momentos es cuando se hace más necesaria. Por todo ello resulta sorprendente que el presidente español, Pedro Sánchez, ante los hechos graves que han tenido lugar en las calles de Cataluña, se haya negado a atender las peticiones de diálogo del presidente de la Generalitat, Quim Torra. Es inaceptable. El intercambio de cartas y llamadas no respondidas roza el ridículo y no hace sino desprestigiar aún más la política.

Hablar nunca está de más, aunque sea para hacer constar profundas diferencias. El simple hecho de hacerlo es un mensaje de respeto y normalidad, y ante el empeoramiento general que ha llevado la sentencia del procés, estamos más necesitados de ello que nunca. Para intentar reconducir la situación. Para rebajar la tensión en la calle. Venir a Barcelona y rehuir explícitamente todo contacto con la Generalitat es impropio de un gobernante responsable: está despreciando al gobierno de todos los catalanes y a la representación del Estado en Cataluña. Ya no se trata de Torra, que ciertamente, con su tardanza a la hora de desmarcarse de los disturbios, no ha facilitado las cosas. Se trata de mostrar respeto por la presidencia de la Generalitat. Tanto reprocharle a Torra que sólo gobierna para una parte de los catalanes y Sánchez hace lo mismo. Visitar sólo los heridos de la policía tampoco ayuda. ¿Y los ciudadanos heridos? ¿No son también ciudadanos de este estado? ¿O el presidente Sánchez ya de entrada les considera a todos delincuentes? Parece que el líder del PSOE haya venido a Barcelona a distinguir entre un "nosotros" y un "ellos". De hecho, en estos términos duales se ha expresado en su visita a la Policía Nacional, para alentarla a persistir. Eso sí, con una "moderación" que él es incapaz de practicar.

En medio de una crispación creciente, este frentismo es impropio de un gobernante que quiera ganarse un mínimo de autoridad moral. Tras el brutal castigo judicial, ahora la estrategia del Estado es convertir el conflicto con Cataluña en un problema de orden público, como no para de decir el ministro Grande-Marlaska. El independentismo no puede caer en esta trampa. Menos hacer política, es decir, hablar, dialogar y, en última instancia, negociar, parece que para el Estado cualquier cosa valga. Y ante las elecciones del 10-N, y con la derecha del PP, Cs y Vox presionando cada día al PSOE para que endurezca aún más su respuesta, los socialistas no están contribuyendo a calmar los ánimos. Venir a Cataluña ignorando a la Generalitat y a la mitad de los heridos sólo provoca más indignación. El Estado sigue negando la política y la palabra.

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