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La nefasta gestión de la pandemia en Madrid

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La presidenta de la Comunitat de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una imatge d'arxiu.

BarcelonaDesde el principio de la pandemia la gestión de la crisis sanitaria por parte del gobierno de la Comunidad de Madrid ha sido caótica, incoherente y más guiada por los criterios políticos que por los propiamente médicos (recordamos que ya dimitió una directora genera del Salud Pública en mayo), pero en los últimos días la situación ha llegado a un punto dramático que exige decir las cosas por su nombre. Y esto significa afirmar que la resistencia de la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, a tomar medidas drásticas para contener la propagación del coronavirus no es que sea irresponsable, es que pone en peligro miles de vidas. Ahora mismo, la situación en Madrid capital ya empieza a ser insostenible en muchos hospitales, que tienen las UCI a un paso de la saturación y problemas para atender a enfermos que no son covid.

Pero es que la mayoría de expertos señalan ahora mismo a Madrid, el principal nudo de comunicaciones del Estado, como una especie de bomba epidemiológica que si no se cierra pronto puede multiplicar los contagios de forma exponencial, sobre todo en los territorios limítrofes. Este jueves lo ha vuelto a remarcar el secretario de Salud, Josep Maria Argimon: Madrid y su área metropolitana tienen que quedar confinadas, tanto para bajar la curva de contagios como para evitar la propagación del virus. Y esto es lo que, de forma incomprensible y absolutamente insolidaria, Ayuso no quiere hacer porque considera que perjudica la economía y es impopular. Y aquí hay que recordar también las protestas en los barrios acomodados de Madrid contra el confinamiento durante el estado de alarma, que son feudos tradicionales del PP.

La negativa de la presidenta madrileña ha obligado al gobierno español a actuar a través del BOE para imponer las restricciones, eso sí, después de haber ideado un tipo de café para todos que solo buscaba convencer a Ayuso de que no se estaba discriminando a Madrid. Esta actitud infantil de la presidenta ha enervado al resto de autonomías, que están haciendo las cosas bien y que ahora ven que se les imponen unos criterios solo para aplacar a la presidenta madrileña.

Todas estas maniobras, sin embargo, no sirvieron para nada porque al final no lograron convencer a Ayuso y ahora, aunque acata las órdenes del BOE, asegura que las llevará a los tribunales. El espectáculo es inédito. Un gobierno autonómico negándose a seguir el criterio de los expertos y a tomar medidas para asegurar la salud de sus propios ciudadanos. ¿Alguien se imagina lo que se diría en Madrid si Cataluña hubiera hecho una cosa parecida? Y aún peor: ¿alguien se imagina qué puede pasar si la justicia, que tiene un claro sesgo conservador, da la razón a Ayuso y revoca las medidas? El descrédito internacional de España puede ser descomunal.

En medio, sin embargo, se encuentran los madrileños, que están dentro de una batalla política y recibiendo instrucciones contradictorias según a qué institución escuchen. No hay que ser muy inteligente para ver que esta no es la mejor manera de afrontar la crisis sanitaria más grave en un siglo. Seguramente es la peor.

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