Ara

La salud, al límite

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Professionals sanitaris traslladant ahir un pacient amb covid-19 a l’Hospital de Bellvitge.

BarcelonaNo solo se trata de la falta de camas de UCI para atender a enfermos graves que no sean de covid-19. No solo se trata de aplazar intervenciones o controles en pacientes con patologías diversas al margen de la pandemia. No solo se trata, en fin, de la mortalidad o los efectos persistentes que deja el coronavirus. Todo esto de por sí ya es bastante grave. Pero es que el virus está afectando de una manera muy transversal al sistema sanitario y a la salud ciudadana. Cada día que empeoran los datos, se profundiza en esta fractura general. Y, por lo que estamos viendo, la curva de contagios sigue en progresión ascendente: los datos facilitados este martes suponen un récord de contagios (6.981), la cifra más alta registrada desde el inicio de la pandemia. Si ampliamos el foco, vemos cómo, de hecho, en Europa se está imponiendo la convicción de que hasta abril la situación será crítica. Y todo el mundo también empieza a asumir que la vacunación más masiva no podrá producirse hasta entonces. Concretamente, Alemania teme la posible llegada de la variante británica del virus, mucho más contagiosa. Si lo temen en Berlín, quizás también lo tendríamos que prever seriamente en Barcelona. En todo caso, vienen meses difíciles que nos encuentran colectivamente muy desgastados.

Si nos fijamos en el sistema sanitario, vuelve a dar síntomas claros de su situación límite. Se puede argumentar desde muchos ángulos, con muchos datos y situaciones. Hoy nos referimos a dos realidades palpables sobre las cuales hay evidencias preocupantes. El primer ejemplo: casi la mitad de los sanitarios (en concreto, un 45,7%) que trabajan en el Estado están en riesgo de sufrir algún tipo de trastorno mental. Estamos hablando de los profesionales en cuyas manos está, en primera línea, la salida de esta crisis sanitaria. La depresión, la ansiedad, los ataques de pánico y el estrés postraumático son las alteraciones más comunes que sufren. Los colectivos más afectados son el de enfermería y el de auxiliares de enfermería. Es decir, la primera fuerza de choque. Son muchos meses de estrés y de sobreesfuerzo, con la añadidura de unas expectativas complicadas y sin poder ver el final del túnel. Ahora mismo, abril queda muy lejos. El desbordamiento físico y emocional les empieza a pasar factura. El segundo ejemplo es la reducción drástica este pasado 2020 del número de trasplantes practicados en Catalunya. Han caído un 23%, un porcentaje que supone retroceder 5 años. Las donaciones de órganos también se han reducido de manera más que significativa: un 29%. Es una obviedad decir que con menos órganos y menos trasplantes se habrán salvado menos vidas.

Estos casos, entre otros, nos tendrían que hacer todavía más conscientes de la gravedad de la situación y llevarnos a actuar en consecuencia, tanto al conjunto de la ciudadanía en nuestra vida diaria como a los responsables políticos y técnicos de las administraciones, tanto a la hora de reforzar el sistema sanitario como a la hora de tomar y hacer cumplir las medidas de restricción de la vida social. Sin duda, el contexto es complicadísimo, pero precisamente por eso necesitamos el máximo rigor y responsabilidad.

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