Esther Vera

Al Everest mejor con oxígeno

3 min
Il·lustració

La ambición de construir un nuevo país permite y exige la ambición de repensarlo todo. Se abren debates que permiten reflexionar sobre cuáles son nuestras debilidades y cómo fortalecernos en todos los campos desde la economía, la enseñanza o la lengua. Pero también corremos el riesgo de levitar y situarnos en un pensamiento mágico, muy alejado de la realidad del país que somos.

El manifiesto del Grup Koiné es una excelente oportunidad de debate sobre la lengua y también una buena muestra de cómo el soberanismo es capaz de hacerse un lío. Como aquellos jugadores de fútbol que se marcan solos, sin necesidad de que intervenga el contrincante.

Como el propio manifiesto reconoce, su reflexión no es ajena a la situación política, y si es útil para abrir el debate sobre los usos lingüísticos y sobre la situación ideal de la lengua en un país ideal, no es útil para reforzar el sentido inclusivo y mayoritario del proceso. Lo aleja. Lo empequeñece.

Es justo compartir la preocupación por el uso de la lengua, por su calidad y por el retroceso en el uso social. Pero sin olvidar que hoy el catalán tiene más hablantes que nunca. No hay duda de que hacen falta medidas de discriminación positiva y no debemos perder de vista que una lengua minoritaria siempre está en peligro. Dicho esto, es difícil compartir la afirmación del manifiesto que dice que la inmigración castellanohablante se ha "utilizado como instrumento involuntario de colonización lingüística".

El punto de vista conspirativo y la observación desde el laboratorio es poco útil si parece que no se tenga en cuenta que la lengua no existe separadamente de las personas que la hablan y que la identidad se forja de condicionantes sociales, económicos, políticos, culturales y también de decisiones libres de personas libres.

La afirmación sobre la inmigración olvida, si no menosprecia, a miles de personas, de familias para las que el catalán ya es también su lengua propia y que no sólo han participado en la normalización lingüística del país aprendiéndolo, estudiándolo, enseñándolo, sino transmitiéndolo a los hijos y construyendo una identidad colectiva inclusiva, rica, diversa. Moderna.

En el mundo abierto de hoy la imposición de la lengua tiene un recorrido limitado. El rechazo emocional contra lo que se considera impuesto es un hecho evidente. Si los ciudadanos de Cataluña en el futuro hablan catalán y quieren ser catalanes será porque esta será una tierra inclusiva, de acogida y de oportunidades. No sólo, y digo no sólo, por la ley que la proteja. La voluntad de pureza no sólo está reñida con la realidad sino que puede conducir a la irrelevancia.

La única mención del manifiesto a la inmigración es un regalo a todos aquellos que, por intereses políticos y también para justificar su impermeabilidad al mundo que los rodea, están dispuestos a dibujar la situación política como un proceso con un componente etnicista. Un error. Hay muchos interesados en acusar al proceso político que vive el país de etnicista. Si esta versión se impone, sea o no cierta, el proceso se convertirá en excluyente y minoritario.

En el campo estrictamente del debate lingüístico, tampoco la comunidad de expertos comparte unánimemente la identificación de normalización con monolingüismo. El bilingüismo no es la causa de la sustitución de las lenguas.

La reacción política de los partidos soberanistas ha sido de una moderación y cautela destacables. Demuestran conocer mejor que los firmantes del manifiesto la diversidad del país donde hacen política. Obligados a tomar el pulso social en cada momento y a recorrer el país, los partidos mayoritarios no han salido del discurso de la co-oficialidad. No han entrado en la acusación de que "bajo la capa de la ideología bilingüista... en la futura República Catalana la anormalidad lingüística actual se convierta en la falsa normalidad de la república".

El manifiesto Koiné no es racista ni fundamentalista, como algunos que parece que no lo han leído dicen. Pero está alejado de la realidad del país y es poco hábil políticamente. Porque es un documento político. Alejado de la voluntad inclusiva imprescindible para alcanzar las mayorías suficientes, esas que de manera indiscutible pueden hacer posible el cambio de marco político. Los partidos soberanistas nunca tendrán la mayoría con posiciones lingüísticas que puedan ser interpretadas como excluyentes.

Conclusión: se puede subir al Everest sin oxígeno, pero Edmund Hillary prefirió llevarlo e ir acompañado del sherpa que era el mejor escalador.

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