Esther Vera

Fundamentos o mano de pintura

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Fonaments o mà de pintura

"Metíoco hace de general, Metíoco supervisa las calles, Metíoco supervisa el pan, Metíoco supervisa la harina, Metíoco encuentra remedio a todo, Metíoco lo va a lamentar". Plutarco, en su Consejos sobre política, ya hacía mención de los peligros del hiperliderazgo el año 103 dC. Varios siglos después, Convergència Democràtica está inmersa en una reflexión sobre su modelo de liderazgo y su propuesta ideológica sin tener claro todavía que las sucesiones a dedo ya no se estilan, incluso aunque puedan salir bien.

Las sucesiones abiertas de líderes no son el punto fuerte de CDC. No lo fue la sucesión de Jordi Pujol, con la elección de Artur Mas, ungido por el líder y con la fallida solución hereditaria esperando en el partido. Tampoco lo ha sido la opción Puigdemont en Girona, con la forzada renuncia masiva de concejales hasta investir fugazmente al número 19 de la lista como alcalde.

Las sucesiones abiertas y meritocráticas no son, en general, el fuerte de los partidos tradicionales en Cataluña ni en España, condicionados en gran medida por el sistema electoral. Las listas cerradas y bloqueadas no favorecen el rendimiento de cuentas continuado ante los electores e incentivan comportamientos de obediencia y adhesión a la cúpula por encima de la meritocracia y la competencia. Pero los partidos de izquierda han hecho más esfuerzos para abrirse, y abrir sus liderazgos, a la participación de los militantes.

En la tercera legislatura consecutiva en la presidencia de la Generalitat, habiendo llevado el timón de la consolidación presupuestaria durante la peor crisis económica en décadas, habiendo visto al padre fundador del partido declarando una fortuna en Andorra, habiendo mudado ideológicamente del autonomismo al soberanismo, habiendo hecho frente al Estado con la celebración de una consulta democrática que llevará a Artur Mas y otros dirigentes al Tribunal Supremo, habiéndose aproximado a ERC y la CUP para formar gobierno y con un calendario fijado hacia el estado propio, Convergència afronta una reflexión seria sobre su identidad.

El proceso participativo que han puesto en marcha para refundar el partido se calcula que llevará a escuchar a unas diez mil personas que están expresando su opinión sobre temas tan diversos como el nombre del partido, el tipo de elección de los cargos institucionales y de organización, la política inmigratoria o la adopción en parejas homosexuales. La estructura del partido lo defiende para construir la posición ideológica en el centro pragmático.

Puertas adentro, sin embargo, se dibujan varios sectores que se van organizando en torno a Josep Rull / Carles Campuzano / Mercè Conesa o bien alrededor de Jordi Turull / Francesc Homs / Jordi Cuminal o Germà Gordó con algunos cargos intermedios de la administración y la candidatura de Teresa Pitarch a la presidencia de la federación de Barcelona.

Los diversos sectores se sitúan entre el pragmatismo del aparato, "un partido soberanista de centro capaz de pactar con gente diversa", un partido cercano a la socialdemocracia, un grupo minoritario de ideas liberales o los que reclaman un partido "soberanista que atraiga a no independentistas con socialdemócratas, liberales, socialcristianos", es decir, un partido atrápalo todo, a la americana.

Situándose en los márgenes, el conseller de Cultura, Santi Vila, habla de una "deriva ideológica" que ha llevado al partido a ser "una mala copia de ERC", y advierte de que si el partido se equivoca y no hace un cambio sustancial se habrá hecho el harakiri.

Otro líder convergente de los que se mueven para estar en la toma de decisiones habla de "proyecto exhausto" y de "caída libre" de la credibilidad del partido. La lista de errores es coincidente, aunque no lo es la jerarquización.

No todos los sectores ven la necesidad de cambio con la misma intensidad. Algunos, como Germà Gordó, hablan de "fundación y no refundación". Conocedor de las interioridades del partido, Gordó pone en la lista de errores "la negociación con la CUP y algunas campañas electorales" por encima de otras variables.

La batalla se augura intensa. Un actor muy bien situado para observar la escena habla de movimientos para terminar "cocinando un pacto, y todos quieren estar en la cocina", y considera que "la fiscalía tendrá un papel importante en el congreso".

Al margen de una lucha de personalidades, el proceso hacia el congreso de Convergencia quiere ser también un debate de ideas y de propuestas a la sociedad. El espacio de centro tiene que decidir sobre su identidad: si es de centro derecha o de centro liberal. Tiene que decidir dónde pone los límites de su oferta política propia, tiene que decidir qué tipo de liderazgo quiere. Tiene que tomar decisiones en términos soberanistas e ideológicos y consolidar su transformación dando credibilidad a otro tipo de partido más limpio, abierto y democrático si quiere que los ciudadanos le den credibilidad. Tendrá que decidir si hace una apuesta con ideas y sin corrupción o una vistosa agua de borrajas.

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