Esther Vera

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Tras años agónicos, los empresarios catalanes observan, como el resto de ciudadanos, una recuperación modesta, desigual y con riesgo de ralentizarse. Los peores años han pasado, pero la recuperación se vislumbra con más atonía económica, tipos negativos, riesgo de deflación en Europa y una desaceleración del comercio a escala mundial, que incluye cambios en China, con un modelo económico que está virando de las exportaciones a una mayor demanda interior.

Esta semana, las jornadas del Cercle d'Economia mostraban que todavía estamos recuperándonos del traumatismo y dándonos cuenta de que el mundo no es el mismo que teníamos antes de la crisis. Que tendremos que hacer frente a monstruos varios: el comportamiento del precio del petróleo, que parece recuperarse; un precio del dinero que puede convertir la deuda en la piedra de Sísifo y dejarnos abajo como una hoja, y sobre todo una recuperación sin suficiente empleo y más desigual.

Sabemos que tendremos menos puestos de trabajo por el cambio tecnológico, y que se requieren unas habilidades que no queda claro que tengan las personas que habría que reincorporar a la vía de un trabajo y un sueldo digno. En Estados Unidos, por ejemplo, donde la recuperación es un hecho y la tasa de paro se ha normalizado al 5%, la tasa de población activa se sitúa en el 62% y muchos pueden quedar descabalgados.

La desigualdad será creciente también en Cataluña si no convertimos la educación y la investigación en el gran objetivo común para evitar que el salto tecnológico nos deje en la parte oscura del mundo durante décadas. La transformación digital, que asumimos lentamente, tiene el efecto de una grieta.

Europa y el sistema financiero

Los países del sur de Europa tendremos que seguir haciendo los deberes para no dar alas a los enemigos de Mario Draghi y su política monetaria. Necesitamos que siga haciendo frente a Alemania, un motor económico que se resiste a actuar como tal. Con un superávit por cuenta corriente del 9% del PIB, los alemanes tienen margen de maniobra para invertir y dinamizar la economía arrastrando Europa hacia el crecimiento, pero la historia y la desconfianza en los derrochadores del sur continúa interfiriendo para hacer una política de objetivos europeos comunes. La Unión Europea aún tiene tareas pendientes.

En su interesante intervención en Sitges, José Viñals, del FMI, advertía sobre la situación del sistema bancario. Mucho mejor en solvencia y liquidez, pero sujeto a una rentabilidad baja por el coste del capital, que hace que los mercados sean pesimistas y caiga la valoración bursátil. Viñals advertía que en la zona euro todavía hay un número excesivo de bancos y un 30% están "amenazados". Mala época para las entidades financieras que no saben cómo ganar dinero cuando compran a unos tipos tan bajos, ven crecer la competencia, y las empresas tecnológicas entran en los sistemas de pago y dejan los bancos sin el monopolio del dinero.

Corrección política

Sorprende un año más en los pasillos de las jornadas del Cercle la homogeneidad, tal vez la endogamia. Pocas mujeres ponentes, pocos jóvenes, una uniformidad estética, cultural y de color de piel que no es indicativa de una economía viva, diversa, flexible, audaz y cada día más tecnológica.

En una de las pocas intervenciones de una mujer, Marina Specht aseguraba que en 2025 un 75% de las plantillas de las empresas serán millennials. Nativos digitales que tienen tolerancia baja a las experiencias de compra frustrantes, que quieren ver acción en las compañías, que dejan una estela de data en su navegación permanente, etc. Ella misma contaba un caso de repoblación de elefantes en Mozambique, donde casi se habían extinguido, que se han reproducido sin colmillos o los tienen muy pequeños. Quien no lo quiera entender...

Cataluña como problema

Políticamente, ha quedado claro que Cataluña ya es "un problema de estado" y los partidos españoles proponen una minirreforma. De entrada, una reforma del sistema de financiación, como si en Cataluña no hubiera pasado nada desde la reforma del Estatuto. Veremos en los próximos meses cómo se inicia de nuevo la rueda de la negociación del sistema y, de momento, hemos asistido al error del president Puigdemont cifrando las aspiraciones catalanas en 2.500 millones. Antes de sentarse a la mesa de negociación. Si es necesario sentarse a una mesa a hablar, sólo el control de las bases fiscales y un modelo de concierto puede significar un cambio.

Conclusión: no estamos en el umbral de una nueva crisis como la vivida, pero hay riesgo de estancamiento económico y financiero con unas tasas de crecimiento y de inflación mediocres. La desigualdad crecerá y también el desafío tecnológico. Cataluña ya es un problema de España, pero no hay respuesta política de los actores españoles a la altura de la situación. Y la CUP torpedeará los presupuestos.

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