Esther Vera

Certeza y duda

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Certesa i dubte

BarcelonaEl mundo parece dividirse entre aquellos a quienes les gusta la gente y los misántropos, entre los hedonistas y los espartanos, entre los que van en bici y los peatones y entre los que se mueven en la duda y los que lo hacen en la certeza. Por suerte, no siempre están los mismos en cada lado. Pero cada profesión favorece su neurosis. Por ejemplo, en campaña electoral los políticos abandonan al galope la duda racional para proclamar las certezas absolutas.

Proclamas y sustos. En campaña electoral se trata de convencer con megáfono y aumentativos, pero la realidad política de los partidos y de los gobiernos está hecha de dudas y jugadas inesperadas que obligan a repensar la estrategia de la partida de ajedrez permanente en la que viven.

La decisión de la CUP de no apoyar los presupuestos, por ejemplo, es uno de esos movimientos que cambian la partida que creía que jugaba la mayoría parlamentaria independentista. Confiados como estaban por el pacto de investidura que apartó a Mas, por la colaboración mostrada en la consulta del 9-N y por las formas dialogantes de la anterior legislatura, ERC y CDC se han visto superados por el maximalismo de la mayoría de la CUP. Algunos negociadores hablan de "desconfianza" y de "tics antisistema" y se preguntan si la revolución va antes que la independencia.

La primera incógnita es qué racionalidad ha llevado a la CUP a dinamitar el pacto de investidura y si realmente los diputados del grupo parlamentario no calibraban las consecuencias de su voto.

Las palabras del diputado Joan Garriga desde la tribuna parlamentaria en la que admitía que no eran conscientes de la relevancia de la decisión son sintomáticas. La CUP ha preferido mantener la ortodoxia revolucionaria de lo imposible a arriesgarse a la impureza de pactar con la realidad. El resultado es que se ha menospreciado a los ciudadanos a los que beneficiaba la aprobación de los presupuestos y se ha dado una victoria inesperada a Cristóbal Montoro. La ley de presupuestos permitía blindar el gasto social, pero con prórroga los ahorros en intereses, calculados en 850 millones, deben destinarse, por la normativa del gobierno central, a reducir déficit. La paradoja de la decisión de la CUP es que el dinero destinado al plan de choque se dedicará a hacer más cómoda la consolidación fiscal del gobierno español, que hasta ahora ha trasladado buena parte del coste a las comunidades autónomas, y controla la ejecución presupuestaria cada mes.

Recalcular. El fracaso que supone para el gobierno catalán ver que sus presupuestos no entran ni a trámite obliga a replantearse el camino y evaluar la fiabilidad de los compañeros de viaje. Habrá que recalcular las rutas, las fuerzas y el tiempo de ascensión si se quiere cumplir el objetivo.

La decisión del presidente de la Generalitat de someterse a una cuestión de confianza le permite básicamente ganar tiempo y consolidar su perfil político. De entrada aplaza las decisiones hasta que pueda convocar elecciones -imposible antes de agosto-, verá cómo se recompone el escenario de la política española tras el 26 de junio y tendrá tiempo para saber qué transformación interna y de renovación de liderazgos consigue su partido. Finalmente, la cuestión de confianza pone a Carles Puigdemont ante la verdadera responsabilidad del cargo. Ya no administra la herencia.

Ha comenzado a ejercer de presidente de la Generalitat y tendrá una investidura con su programa en la cuestión de confianza. Puigdemont llegó a la Generalitat precipitadamente, pero el gesto de someterse a la cuestión de confianza ha mostrado que ejercerá las responsabilidades del cargo con determinación y no será un presidente autonomista. El mensaje va dirigido a los ciudadanos, pero también obligará a su partido y a sus socios de gobierno a tener en cuenta que se abre una nueva etapa. Puigdemont es pragmático, independentista nato y ex alcalde de una ciudad intensa y está acostumbrado a ejercer una política alejada del aparato del partido.

Referéndum unilateral de independencia. El proceso ha vivido ya muchos otros momentos de impasse. Ha habido salidas creativas más o menos exitosas. También ha habido huidas hacia adelante. Ahora se para la partida y habrá que repensarla. Es una buena oportunidad. Se abre paso la idea de un referéndum unilateral. ¿Posterior a un nuevo intento de pacto con el Estado? Desafiar la legalidad implicaría nuevas actuaciones de la justicia española, que ya tiene en el punto de mira al ex presidente Mas, a Irene Rigau, a Joana Ortega y a Francesc Homs. Habría que prever también la retirada de competencias en materia de seguridad y la dificultad que supone tener información suficiente sobre la población pero no el censo electoral. Habría que evaluar qué diferencias reales tendría sobre el 9-N y si los ciudadanos irían a votar.

No habrá movimientos significativos en la partida de Puigdemont hasta que pasen las elecciones generales. Las partidas simultáneas habrán hecho nuevas jugadas y el presidente de la Generalitat tendrá nueva información para mover ficha. Cuántos diputados independentistas llegan al Congreso, si gobierna el PP o se abre una brecha de cara al referéndum con Podemos, si En Comú Podem sale de la ambigüedad, si el PSOE necesita apoyos. Lo cierto es que hoy la situación política, a pesar del ruido de la campaña, genera más preguntas que respuestas.

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