¿Dónde estáis los hombres?

El cambio de mentalidad que implican los objetivos de igualdad permite a muchos hombres liberarse

Esther Vera
3 min
On sou els homes?

La ola conservadora está perdiendo complejos y avanza dispuesta a hacer tambalear algunos de los principales avances sociales de las últimas décadas. La lenta mejora de la situación tradicional de desventaja de las mujeres en Europa y EEUU, conquistada con el esfuerzo de muchas generaciones, está amenazada hoy por nuevos liderazgos que podríamos llamar de masculinidad tóxica. Liderazgos masculinos duros que ante los cambios intentan volver al pasado que protege sus privilegios. Asistimos a la reivindicación de una manera de hacer las cosas desfasada que se basa en el dominio y la agresividad y que no comprende que en el aire de los tiempos flota la idea de que la fuerza ya no es una ventaja competitiva en un mundo hecho de ideas y comunicaciones instantáneas y no de la caza del antílope.

En pleno cambio de era digital, económica, incluso cambio de la percepción y el valor del espacio y el tiempo, las fuerzas de la reacción intentan frenar el futuro. Pero se encuentran con la oposición creciente de nuevas generaciones de mujeres que han entendido que su género y la realidad con la que se encuentran las convierte en feministas sin que ni siquiera lo tengan que decidir o ni siquiera les guste la palabra misma. La partida que juegan a lo largo de su vida profesional y personal es tan desigual que un día se encuentran defendiendo un discurso de reivindicación de sus derechos naturales que alguien les dirá que es feminista o, con poca vergüenza, feminazi.

¿Dónde están las mujeres?

Simone de Beauvoir decía que "no se nace mujer; se llega a serlo", y este es el proceso todavía de muchas mujeres jóvenes que creen que tienen los mismos derechos que sus compañeros y poco a poco descubren amargamente que necesitan desaprender muchas cosas y explicar muchas otras a los hombres que las rodean y ven el mundo desde otro punto de vista que se identifica con lo que es normal. Ellas van ganando su espacio, expandiendo su fortaleza, y cada día tienen más oportunidades, pero siguen topandose con el muro de la maternidad. Una idea de la maternidad idealizada e irreal y con unas consecuencias profesionales que mayoritariamente todavía asumen ellas, que suelen ser las que reducen jornada o duplican la presión, con los costes de oportunidad y las consecuencias salariales y personales correspondientes.

¿Una masculinidad amenazada?

La ola feminista cuenta cada vez con más hombres que están dispuestos a repensar sus estereotipos, que se obligan a mirar y mirarse a sí mismos de otra manera. El cambio de mentalidad personal, social y política que implican los objetivos de igualdad permite también a muchos hombres liberarse y no ver esta nueva ola feminista como una ola a surfear sino como una transformación social en la que sumergirse con convicción.

A los hombres dispuestos a sumarse a una nueva mirada de una vida compartida y no impuesta los rodean los que consideran que su masculinidad, pilosa y testosterónica, está amenazada. Hombres acompañados de mujeres tan machistas como ellos y que conjuntamente perpetúan una educación de los niños que no les permite liberar muchas de sus capacidades y embridar algunas de sus pulsiones más primitivas.

Repaso los últimos meses y veo a muchos hombres que piden ser rescatados aunque no lo saben y muchos apriorismos que hay que cambiar también en muchas mujeres.

Un amigo escritor que publica una reflexión sobre la muerte de su padre y su dificultad para afrontarla emocionalmente se lamenta de las dificultades para expresar sentimientos: "¿Si no sabes decir «Te quiero» como vas a saber decir «Me muero»?" Y me pregunto cuántos hombres han tenido que caparse sentimentalmente.

Desayuno con una amiga. Profesional liberal reconocida, independiente. El café se alarga y con las horas lentas del domingo termina explicando su secreto. Cómo su pareja la estranguló, cómo pensó que no saldría viva, cómo huyó y cómo tuvo que volver a hacerle frente. No lo denunció. ¿Por qué? Piensa que públicamente para siempre sería la mujer maltratada y no la profesional valiosa y respetada. Conoce bien la hipocresía de la vida pública. Se traga con angustia haber puesto palabras a su nudo como si no hablar de ello permitiera hacerlo desaparecer.

Coincido en un debate con una de las primeras juezas de Cataluña. Dice que tiene fama de seca. Con una sonrisa acogedor explica que haberse mostrado "distante" era la única manera de conseguir administrar justicia en una España donde los jueces eran hombres con canas y puñetas y no una jovencita de melena larga a la que no reconocían ni las partes del juicio. Recuerda que su padre la impulsó y que su madre no quería que se hiciera jueza porque no se casaría.

Visito las urgencias de un gran hospital con mi madre, que tiene 88 años y nos educó para estudiar e ir en moto. Me cuesta trabajo que reconozca que la médica ya ha pasado, que era aquella chica joven y competente que merece ser reconocida. Continuemos con todos los aliados, que hay mucho trabajo por hacer.

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