Esther Vera

Larga vida al periodismo

4 min
Llarga vida al periodisme

La tormenta digital está causando rayos y truenos en el periodismo. Atrapados por la crisis económica y la crisis de modelo de negocio provocada por la revolución tecnológica del sector, los periodistas han visto en los últimos años cómo su profesión caía a plomo.

El panorama es el de generación masiva de información -o sucedáneos- que se distribuye en gran medida gratuitamente, por todos los canales multimedia, lo que provoca a menudo consumidores abrumados por el ruido. La multiplicación de la oferta con una calidad desigual no hace automáticamente ciudadanos mejor informados sino que aumenta en muchas personas una sensación de ansiedad por lo que no abarcan o de tedio por el ruido que provocan los que pretenden hacerse oír a gritos, ensordeciéndonos a todos.

La novedad del negocio es la gratuidad en algunos casos, la diversidad de medios de distribución y la multiplicación de formatos informativos. Las debilidades empresariales y la perversión del periodismo de trinchera no son exactamente nuevas. Como tampoco lo es la tensión, tan vieja como la profesión, entre la información de calidad y los subproductos que intentan sobrevivir con el escándalo, la presión y el rumor. Billy Wilder, que conocía el oficio porque había trabajado en un periódico, hizo pronunciar a Hildy Johnson, periodista estrella de la película Primera plana, una de las definiciones más ácidas de los periodistas: "Un rebaño de pobres diablos, con los codos deslucidos y los pantalones remendados, que miran por el ojo de la cerradura y despiertan a la gente a medianoche para preguntarle qué piensa de Tal o Tal otro. Que roban a las madres fotos de sus hijas violadas en los parques. ¿Y para qué? Para hacer las delicias de un millón de dependientas y amas de casa. Al día siguiente su reportaje sirve para envolver a un periquito muerto".

Es una caricatura que hace recordar uno de los textos clásicos sobre la profesión de comienzos del siglo pasado, que dice que el periodista, como el abogado, pertenece a una especie de casta paria de la sociedad que se juzga siempre de acuerdo con el comportamiento de sus miembros moralmente peores.

De acuerdo, hecha la autocrítica al conjunto del club, vamos al tema que nos ocupa: ¿en este entorno de gratuidad, pretendida información y ruido, tiene sentido hoy el periodismo?, ¿se necesitan periodistas para informar? La respuesta es rotunda: sí. Tenemos que adaptarnos a la revolución digital utilizando las armas del mejor periodismo, seguir cada día dignificando y reclamando el sentido y la utilidad del buen periodismo. Aquel que escucha la calle y expresa el pulso de la comunidad donde vive y de la que forma parte.

En tiempos baratos y desafinados, reivindicamos a aquellos que eligen, jerarquizan, explican. Analizan e investigan y publican lo que incomoda. Los que divierten y entretienen y también dan voz a los silenciosos. Aquellos que denuncian y señalan nuestras contradicciones como sociedad y defienden valores que nos hagan una sociedad más libre, democrática y fraternal.

Sabemos que el periodismo sólo es útil cuando conecta con el país, con la comunidad donde vive y cuando actúa preguntándose si siempre da a la audiencia lo que quiere y necesita. Es necesario cuando elige los temas de los que se ocupa por su relevancia y representación, cuando es informativo y analiza para ayudar a comprender. Cuando no se deja dominar por la sorpresa.

Los buenos periodistas saben que la buena información es la que desmiente el titular previsto. Son los que obligan a rendir cuentas, pero combaten a la vez los estereotipos y se arriesgan a ir contra corriente. Por ejemplo, cuando no alimentan la selección negativa. ¿Qué persona honesta osa dedicarse al servicio público si siempre es considerada sospechosa y está bajo el fuego enemigo?

El buen periodismo tampoco distorsiona la realidad y tiene una mirada de confianza en el futuro. Es periodismo constructivo. Es original y también, y no es menor, es hermoso.

Esta semana el ARA ha recibido un premio en Viena durante el Congreso Europeo de Diarios. Una entidad alemana que promueve la "innovación y transformación de la prensa impresa" lo ha considerado el mejor diario regional del año por su "excelencia en el periodismo visual" y la "remarcable potencia de las portadas monográficas".

El ARA tiene una redacción integrada formada por un equipo que sabe compaginar con originalidad los formatos digitales con el papel tradicional. El viernes sacamos el nuevo Play, útil para encarar el fin de semana y saber lo que hay que saber con una mente abierta sobre "cultura expandida". Este sábado hemos ofrecido a los lectores un diario hecho para amantes del cómic, extraordinario y dibujado por los mejores. Los próximos sábado y domingo nuestros lectores tendrán a la vista las actualizaciones del Criatures y el Ara Diumenge y celebraremos el número 101 del Rar, que, como que es rar, celebra cuando quiere.

El ARA es un diario y también una plataforma multimedia del siglo XXI, que no será complaciente ni derrotista. La calidad democrática de un país depende también de la calidad de su prensa. De empresas con accionistas valientes, exigentes y comprometidos, de un equipo que trabaje codo con codo con buenos periodistas y una comunidad de cómplices, como la que forman nuestros lectores. Con el mismo agradecimiento que en Viena: ¡larga vida al periodismo!

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