Ferran Casas

Ignacio Sánchez-Cuenca: "La autarquía en la opinión que hay en España es un defecto de país medio"

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Sánchez-Cuenca aposta per un debat públic amb menys intel·lectuals “que pontifiquen de tot”. Juaristi ja l’ha desqualificat a l’Abc.

Escribir en un diario nacional desde hace décadas y ser novelista, filósofo o economista de éxito no los salva, a algunos, de decir "barbaridades poco documentadas", según Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966). Les da, sin embargo, "impunidad". Este prolífico politólogo que da clases en la Universidad Carlos III de Madrid ha escrito La desfachatez intelectual (Catarata), en el que señala obsesiones y carencias de los brujos de la tribu. Una tras otra, las "frivolidades" de nombres como Jon Juaristi, Antonio Muñoz Molina, Félix De Azúa, Fernando Savater, Mario Vargas Llosa, Javier Cercas, Arcadi Espada o César Molinas provocan tanta hilaridad como preocupación.

Dicen que perro no come perro, pero usted, que también opina, ha hecho un retrato severo de algunos colegas.

Se trata de intercambiar razones, pero no sufro por si me enemisto. El tono es respetuoso y distingo mucho al Vargas Llosa escritor o a los Garicano y Molinas economistas de los opinadores. No es insultante, como El cura y los mandarines, en el que Gregorio Morán pontifica de todo. Yo intento analizar el debate público español.

El libro arranca con una columna de Jon Juaristi en el Abc

El descaro sólo es posible si hay impunidad y piensas que nadie te criticará. Habría que reforzar los controles internos con pluralidad de voces -gracias a los digitales comienza a pasar- y un intercambio de razones más intenso. Que rebatamos cosas con nombres y apellidos y de manera más directa, más anglosajona.

A los intelectuales de peso nadie les había puesto delante del espejo cuando hablaban de la unidad de España, el terrorismo o la crisis.

El libro funciona por efecto de acumulación. Por separado los ejemplos no escandalizarían tanto. Tienen unos denominadores comunes y repiten constantemente una serie de ideas.

¿Por qué los escritores tienen tanto peso en el debate público?

No tenía respuesta para eso, pero Luis García Montero tiene una hipótesis sencilla y seguramente cierta: los escritores no pueden vivir de serlo y necesitan un complemento, en este caso escribir regularmente en la prensa. Azorín ya hizo notar que pasaba. Es una tradición larga.

Muchos opinadores que cita lo son desde la Transición. ¿Hay tapón generacional también en este ámbito?

Un intelectual de valía puede durar muchos años. Aquí algunos empezaron muy jóvenes. Lo normal sería ponerse a ello con más cosas que decir. Con la crisis y los nuevos medios el tapón creo que se mueve un poco. Algunos de ellos, como Savater, han mudado de posición ideológica, pero no han cambiado la forma en la que opinan. Se deben cumplir unos mínimos de rigor, y a menudo no ocurre.

La izquierda lamenta a menudo que el relato que se ha impuesto en los últimos años es el de la derecha, quizás también porque algunos de los brujos

Creo que sí, pero cuesta ver el porqué. Jiménez Losantos dice que es al revés. Las posiciones de izquierda tienen más capital simbólico y cultural en cuanto a reputación, pero menos influencia en la práctica política, por paradójico que sea. Las de derechas se abren paso de manera más soterrada y son hábiles imponiendo la agenda. La unidad de España es un tema que ha servido para no hablar tanto de la crisis. En los años de Zapatero, su agenda, digamos que diferente, se combatió a base de crispación.

¿Es pobre el debate en España?

Comparado con el anglosajón, sí. Hay poco conocimiento y familiaridad en relación a los temas que se tratan. En otros lugares hay más expertos, think tanks, periodistas especializados... El debate es más plural y los intelectuales clásicos tienen menos presencia. Aquí, por ejemplo, nunca se ha roto con el 98, con el dolerse de España. Llevamos más de un siglo así y no sé qué hemos ganado.

¿Y en Cataluña?

No lo puedo valorar lo suficiente, pero si te refieres al tema soberanista, hay afirmaciones como la de la espiral de silencio que, hegemonías a parte, carecen de fundamento. La sociedad catalana no está aislada y cualquier ciudadano puede acceder a medios que no están hechos y pensados en Cataluña sin represalias o coacciones.

¿El discurso mayoritario en España pone en el mismo saco derecho a decidir e independencia. ¿Se puede cambiar?

Yo no defiendo la independencia pero sí el referéndum, en Cataluña y en el País Vasco. Pero no hay condiciones para un debate abierto. La clave aquí es el PSOE. En algún momento lo vieron posible, pero Sánchez lo ha abandonado por completo. Es una posición doctrinaria. Si perdieran el miedo se podría abrir el debate, pero soy escéptico porque no se busca el equilibrio entre principios democráticos y restricciones constitucionales. Esto nos lleva a un bloqueo que al Estado ya le va bien, porque sabe que la ruptura es poco probable en un país con rentas altas. El conflicto es caro para todos, pero también sostenible.

¿La crisis la hemos debatido bien?

Ha habido debate, pero otra cosa es si ha sido sesgado. Ha sido y es introspectivo, y se ha tendido a pensar que lo que ocurre en España es único. No se mira hacia fuera, siempre nos refugiamos en el "no tiene nada que ver". También cuando se habla del independentismo. Esta autarquía en la opinión es un defecto de país medio. Pasa en España y también en Italia o Francia. Los pequeños como Holanda, en cambio, tienen que mirar hacia fuera y los grandes como los Estados Unidos tienen un ecosistema que les permite no tener que hacerlo.

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