Un historiador perspicaz

Joaquim Albareda
3 min
Lluch al Congrés llegint el torinès La Stampa.

Catedrático de historia ModernaCumplida su etapa como ministro de Sanidad y como rector de la UIMP, Ernest Lluch se reincorporó de pleno a la Facultad de Económicas de la Universitat de Barcelona, con entusiasmo y con una frenética dedicación a la investigación histórica. En efecto, entre 1996 y el 2000 se centró en el estudio del austriacismo, el proyecto alternativo al de los borbónicos en la Guerra de Sucesión de España, representado por Carlos III el archiduque y avalado por Inglaterra, las Provincias Unidas y el Imperio.

Hay que decir, sin embargo, que sus trabajos adentraban las raíces en una investigación de largo recorrido, el primer hito de la cual fue la obra de referencia El pensament econòmic de Catalunya (1973), seguida de varias publicaciones posteriores, que en 1996 cuajaron en La Catalunya vençuda del segle XVIII (y una versión diferente en castellano, Las Españas vencidas del siglo XVIII, 1999). El libro, una especie de rompecabezas, reunía un conjunto de trabajos para acabar proponiendo una interpretación final y algunas sugestivas hipótesis. Este era el balance que hacía de la Ilustración en Catalunya, la cual, afirmaba, no era cosa de funcionarios, a diferencia de España: “La nuestra es una Ilustración aplicada con un gran historiador económico (Capmany), con la construcción de una visión y de un proyecto político, económico y cultural para Catalunya (Junta de Comercio, Jaume Caresmar, Fèlix Torres Amat), dos músicos lo bastante destacados (Antoni Soler y Ferran Sor), que iban bastante bien acompañados, y unos cuantos científicos y artistas”. Tres publicaciones póstumas, L’alternativa catalana, Aragonesismo austracista. Conde Juan Amor de Soria (2000) y El programa polític de la Catalunya austriacista (2001) culminaron la línea de investigación.

Desde el punto de vista político, puso énfasis en la idea de una Catalunya y de unas Españas vencidas que vieron triunfar el absolutismo y el unitarismo (mediante los decretos de Nueva Planta), cosa que provocó que el nuevo estado nación español iniciara su recorrido con mal pie, a diferencia de Gran Bretaña con el Acta de Unión de Inglaterra y Escocia. Frente al absolutismo divisó una alternativa catalana (catalano-valenciana-aragonesa) para toda España, basada en el sistema parlamentario, defendida por la Corona de Aragón. Y nos descubrió a dos personajes capitales que la lideraron: Ramon de Vilana Perlas, secretario de estado de Carlos III (emperador Carlos VI) entre 1705 y 1740, uno de los hombres más influyentes en la corte imperial de Viena, quizás el catalán que más “ha mandado y ha vivido el poder con todas sus plenitudes y facultades”; y el castellano Juan Amor de Soria, que desde el exilio vienense redactó un proyecto político alternativo, parlamentario y federalizante, al del absolutismo borbónico.

Los otros futuros posibles

Fue su inquietud política lo que lo motivó a sumergirse en la encrucijada del 1714 para entender la España que nació entonces y algunos de los problemas endémicos que llegan hasta hoy. Nos explicó que había otros futuros posibles, como diría su amigo Josep Fontana, que aunque no se hicieran realidad no quiere decir que lo que triunfó fuera lo mejor, y nos ayudó a imaginar estos proyectos que no cuajaron. A la vez desnudó el mal llamado “despotismo ilustrado” borbónico de su frac modernizador para retratar la realidad que se escondía bajo el eufemismo de las “reformas modernizadoras”, las cuales para Catalunya consistieron, antes de que nada, en una militarización implacable y la desaparición de las instituciones seculares de gobierno que limitaban el poder del rey y que ofrecían unos canales de participación que se habían mostrado eficaces para acoger a los sectores sociales emergentes e incluso al hombre común.

En ese largo y fructífero viaje intelectual, pensamiento económico, historia cultural e historia política iban de la mano buscando una visión global para el siglo XVIII talmente como un ilustrado. Su consigna, inspirada en el método de análisis del economista A.O. Hirschman (“Si miras las cosas a la inversa de cómo te las enseñan, acabarás viendo algunos ángulos desconocidos”) le fue útil para entender la realidad compleja de una sociedad vencida pero que se negaba a convertirse en una provincia, que conservaba la lengua y redescubría su historia, a la vez que avanzaba hacia el capitalismo. La conexión con los renacimientos del XIX había quedado esbozada.

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