Literatura

NÚRIA TEY: "En una gran editorial no puedes bajar nunca la guardia"

La actual directora editorial de Penguin Random House acaba de recibir el homenaje de la feria Liber

Jordi Nopca
10 min
Núria Tey

BarcelonaPasear por las oficinas de Penguin Random House -situadas en un edificio imponente en Travessera de Gràcia- impone respeto: el teletrabajo ha convertido los grandes espacios diáfanos, habitualmente llenos de actividad, en un espacio fantasmagórico, aunque los sellos de la casa continúan publicando al ritmo habitual. En un despacho de la séptima planta nos espera Nuria Tey (Barcelona, 1954), directora editorial de nueve de los sellos del grupo, entre ellos Plaza & Janés, Grijalbo, Rosa dels Vents, La Campana y Suma de Letras. En las estanterías hay títulos de algunos de los cientos de autores que ha publicado a lo largo de una trayectoria que arrancó en 1977 en Grijalbo -cuando era una empresa familiar- y que acaba de ser reconocida con uno de los premios de la feria Liber. Ken Follett. Stephen King. Isabel Allende. Ildefonso Falcones. E.L. James. Julia Navarro. G.R.R. Martin. Rosamunde Pilcher. Todos ellos han ayudado a consolidar el buen olfato de Tey, nombre indispensable en la edición de las últimas cuatro décadas

Pensaba que a la hora de preparar esta entrevista encontraría un montón de artículos sobre usted y no ha sido así. ¿Por qué?

Me temo que todavía se reconoce más a los editores que se dedican a la alta literatura. No tengo nada en contra de ello, pero la etiqueta de bestseller todavía es peyorativa. ¿Por qué? Yo pienso que tienes que querer vender tantos libros como sea posible. Si puede ser, ¡tres millones de ejemplares! [ríe] Esto, claro, no pasa siempre.

Para llegar hasta el presente –el premio Liber a la trayectoria– tenemos que remontarnos hasta 1977, momento en el que entró en contacto profesionalmente con el sector editorial, desde Grijalbo.

Todavía estudiaba filología hispánica, entonces. En esos momentos tenías dos grandes opciones, cuando acababas la docencia: dedicarte a la educación o a la edición. La educación no era para mí, estaba convencida de ello, y encontré un trabajo de media jornada en Grijalbo que me permitía compaginarlo con la carrera.

¿Cómo era Grijalbo entonces?

Todavía era una empresa familiar. El editor [Joan Grijalbo] era el primero que llegaba y seguramente el último que se iba. Había cogido mucho bagaje en México, durante el exilio. Ahí trabajó con muchos de los autores que vivían ahí: a Pere Calders, por ejemplo, lo tuvo de traductor y redactor. Grijalbo publicaba, sobre todo, ficción internacional de autores como Mario Puzo –la traducción castellana de El padrino la editó él–, Irving Wallace, Jacqueline Susann. También autoayuda: Grijalbo fue la editorial que la implantó en nuestro mercado. Cuando, más adelante, impulsé De Bolsillo publiqué libros que todavía se venden ahora, como por ejemplo Tus zonas erróneas, de Wayne W. Dyer, y Cuando digo no, me siento culpable, de Manuel J. Smith. Son títulos que están en la sombra, porque no salen en las listas de más vendidos y parece que nadie los recomiende, pero se van reeditando constantemente.

¿Qué se mantiene del sector editorial que conoció a finales de los 70?

La relación entro en autor y editor. La complicidad tenía que existir entonces y tiene que existir ahora. Aunque entonces no tuviéramos fax, ni teléfonos móviles, ni correos, ni libro electrónico, el contacto directo con el texto existía igual, y comunicarnos con el autor para conseguir el mejor libro posible era indispensable, como lo sigue siendo ahora.

En una entrevista con Jorge Herralde el año pasado me decía que "no se puede pedir equilibrio a un autor porque va en contra de su naturaleza". ¿Está de acuerdo?

A los autores se los tiene que apoyar, escribir es una profesión muy solitaria y es normal que a veces no se sientan seguros. Necesitas a alguien discreto que te ayude. O que este alguien te haga ver que más vale aparcar un tema y ponerte con otro. La relación con el autor es la parte del oficio que me ha gustado más, porque me ha permitido aprender mucho. Detrás de cada libro hay autores muy diferentes. En un día puedo haberme encontrado por la mañana con Xavier Sala i Martín, por la tarde llamar a Isabel Allende y al atardecer comentar una cubierta con Albert Espinosa.

¿Los autores que venden más también son inseguros?

Los que se pueden dedicar a la escritura al 100% acostumbran a tener un proceso creativo muy metódico. Ken Follett, por ejemplo, tiene en la pared un gran organigrama con los años en los que pasa la novela que escribe, con los personajes y los hechos principales. A parte de las giras de presentación, Follett hace como la mayoría de autores: se encierra durando largos periodos de tiempos a trabajar.

Los pilares de la Tierra, de Follett, debe de ser uno de los libros más vendidos de los que ha editado.Los pilares de la Tierra

És lo más vendido en España desde que se dan cifras de ventas. Seis millones de ejemplares.

¿De la etapa en Grijalbo recuerda algún otro título clave del catálogo?

Publicamos la Lolita de Nabokov. Y el Cujo de Stephen King: durante mucho tiempo después de haberlo leído, cuando pensaba en el libro todavía me entraba miedo. Eso es el colmo de la literatura, conseguir transmitir sensaciones tan poderosas al lector. Tanto con Joan como con Ana Dexeus aprendí mucho, en Grijalbo. Recuerdo que me llevaban a las entrevistas de la feria de Frankfurt. Gracias a ellos aprendí a gestionar muchos temas: por ejemplo, cómo explicas tu empresa para convencer a los agentes en una gran feria. Este año que ha sido todo virtual no ha sido lo mismo. El componente presencial –ver al otro e improvisar– es fundamental.

En 1994 empezó una segunda etapa profesional en Plaza & Janés, que desde hacía una década formaba parte del grupo Bertelsmann. El gran proyecto que le encargaron fue la creación de la división del libro de bolsillo.

El objetivo era dar vida al fondo editorial. La continuidad en el formato trade es muy difícil de mantener. Desde 1994, en Debolsillo hemos publicado 7.400 títulos que están vivos. Para sacara adelante el proyecto tuvimos que vencer muchas reticencias de los libreros: nos decían que el formato era demasiado económico, que los libros de bolsillo estaban mal encuadernados y que las traducciones no eran buenas. Se trataba de cambiar todo eso. En vez de ganar espacio en las estanterías –porque no nos ponían ahí– servimos los libros en expositores. Optamos también por formatos bonitos...

¿Fue un cambio grande, el paso de Grijalbo a Plaza & Janés?

Sí. Implicó dejar de trabajar en una empresa familiar para entrar en mundo internacional de la edición. Desde entonces, los compañeros de trabajo no solo estaban en Barcelona, sino también en los Estados Unidos, en Alemania o en Inglaterra. La experiencia que me aportó Bertelsmann y el contexto alemán para lanzar el libro de bolsillo fue una lección que me ha servido de por vida. Cuando estás en un gran grupo, tienes las puertas abiertas para innovar.

Plaza & Janés y Grijalbo acabaron formando parte del mismo grupo cuando en 2001 se convirtieron en sellos de Random House Mondadori. El grupo creció todavía más cuando Pearson entró en el accionariado en 2013. Desde entonces hablamos de Penguin Random House. Este último movimiento se dio en plena contracción del sector.

En una empresa como la nuestra hemos tenido que ser los primeros en todo. En libro electrónico hace quince años. Ahora en audiolibro. O, durante el confinamiento, en encontrar mecanismos para servir al cliente directamente. En una gran editorial no puedes bajar nunca la guardia.

La dicotomía entre libro de papel y electrónico parece superada.

Los formatos conviven perfectamente, pero hace unos años parecía que el papel tenía que desaparecer. Ahora ha entrado una tercera posibilidad en juego, el audiolibro. Cuando empezamos a hacerlos había gente que nos preguntaba quién querría leer libros en nuestro país. Tiene salida en los lectores que hacen running o que van al gimnasio. Pero de momento es un formato que se va probando.

¿El libro físico continúa en buena forma?

Sí. Continúa vendiendo. El confinamiento de marzo y de abril hizo que algunos lectores se cansaran de leer en pantalla. Cuando se reabrieron las librerías, la subida en el consumo se notó. Se remontó bastante rápido, la bajada de aquellos meses, que fue de un 80%. El invento del Sant Jordi del 23 de julio fue bien. Y este otoño no nos podemos quejar de cómo nos está yendo.

La pandemia afectó al impulso de las novedades de febrero y marzo y retrasó la publicación de los libros de abril.

Se tuvieron que desplazar los libros de Sant Jordi para más adelante. O pasaron a junio, a septiembre o más adelante. Esto ha hecho que los planes editoriales previstos para el 2021 ya estén muy llenos. Se está contratando menos por este motivo.

Otra posibilidad para los libros de éxito es la adaptación televisiva.

Sí, ahora muchos libros dan lugar a series de televisión. Las plataformas necesitan comprar derechos porque tienen una gran cantidad de oferta. Entre las últimas series basadas en libros nuestros está Inés del alma mía, de Isabel Allende, y Valeria, de Elísabet Benavent. Hace poco viajé a Madrid para ver el final del rodaje de la serie Dime quién soy, basada en la novela de Julia Navarro.

¿Han cambiado mucho las grandes tendencias en el sector editorial?

La novela histórica siempre está, a pesar de que tiene altibajos. En los años 90, cuando ya estaba en Plaza & Janés, se vendían mucho los libros de Alberto Vázquez-Figueroa y los de Dominique Lapierre. Una de las novelas que volvieron a disparar el género histórico fue La catedral del mar, de Ildefonso Falcones, en 2006. Seis años después, la trilogía de E.L. James de Cincuenta sombras de Grey puso de moda la sex novel mezclada con la novela romántica, pero ahora está de baja. El libro político también es una constante.

¿Y ahora? ¿Serán una tendencia, los libros sobre la pandemia de coronavirus?

El primer libro sobre la pandemia lo publicamos nosotros. Era una actualización de Les grans epidèmies modernes, de Salvador Macip. Después hemos publicado Vocació de metge, de Marc Ramentol, antes de que fuera escogido secretario de Salut de Catalunya, y L'endemà de les grans epidèmies, del historiador José-Enrique Ruiz Domènec. Cuando empezó el confinamiento nos dimos cuenta de que los libros que de golpe se volvían a vender mucho eran los de yoga, los de cómo hacer pan y los de cómo ser feliz. Todo lo que ayudara a encontrar un equilibrio en casa.

¿Algo más?

Una autora que vendemos mucho es Anne Jacobs. Quizás no has oído hablar nunca de ella...

Reconozco que no.

Es una autora alemana que viene del catálogo de Bertelsmann. Ambienta sus novelas a principios del siglo XX, y las historias que presenta son medio románticas y medio de intriga. Solo en España hemos vendido 300.000 ejemplares.

No todos los libros que se publican pueden ser éxitos así.

Para llegar hasta un libro de éxito tienes que fracasar muchas veces. Te enamoras de novelas que a veces no funcionan, pero lo que es importante es conseguir que los números cuadren. Hasta ahora he llevado nueve sellos que publicaban un total 25 novedades al mes. Esto son unas 250 novedades al año. Lógicamente yo no me dedico a leer todo lo que publicamos: para poder hacer bien un trabajo como el mío tienes que orquestar un equipo muy bueno y confiar.

Cuando recogió el premio de la feria Liber dijo que el trabajo del editor no es "estar todo el día yendo a cenas y de fiesta con los autores, sino que es un trabajo duro". ¿Por qué?

Es un trabajo sin horarios. Los tienes que intentar respetar al máximo, pero si te llaman desde América Latina o desde los Estados Unidos a una hora que para ti es intempestiva tienes que estar ahí. Si te gusta lo que haces te lo pasas muy bien. A mí me encanta el contacto con los autores, pero también las reuniones improvisadas en la oficina, o pasarme una tarde entera leyendo y revisando textos de contra.

Otra de las autoras que la han acompañado durante años es Isabel Allende.

La empecé a llevar en 1997, con Afrodita, un libro de cocina que escribió después de que su hija muriera. Hemos continuado trabajando juntas hasta ahora. Su próximo libro sale en noviembre en Plaza & Janés, Mujeres del alma mía. Una de mis obsesiones ha sido pensar en España y América Latina a la vez. No puedo pensar la programación creyendo que estamos solos, hay que ver qué pueden compartir.

Uno de los proyectos que desde Random House Mondadori impulsó en 2002 fue la editorial Rosa dels Vents.

Ya en Grijalbo habíamos hecho una colección en catalán, que dirigía Montserrat Roig y que se llamaba Plec de Setze. Años después me inventé Rosa dels Vents, aunque para Bertelsmann no era prioritario hacer libros en catalán, que venderían un 10% del total del castellano y que en muchos casos requerirían pagar traducciones. Cuando abres un sello lo puedes promocionar tanto como quieras, que hasta que no tengas un bombazo no te conocerá nadie. En nuestro caso fue la traducción de Falcones, L'església del mar, en 2006. Fue el libro de Sant Jordi más vendido de ese año, en castellano y catalán.

Rosa dels Vents ha incrementado el ritmo de publicaciones estos últimos cinco años.

Desde hace un tiempo, todos los libros en catalán de la casa los canalizamos a través de Rosa dels Vents y La Campana. Cuando presentas proyectos, está bien seguir los números. Al cabo de un tiempo de haber publicado un libro te das cuenta de si te has equivocado o no. Por ejemplo, quizás habrías tenido que hacer una tirada más corta y reeditar más rápidamente. En una multinacional te puedes equivocar. En una editorial pequeña un error gordo puede hacer que te vayas. Todo esto lo digo con un gran respeto por las editoriales pequeñas: tienen que tener su territorio y convivir con todos nosotros. Y a menudo nos dan lecciones.

¿En qué libros ha trabajado para los próximos meses? No me los podrá decir todos, solo le pido dos o tres apuestas.

En no-ficción destacaría el ensayo Les estructures elementals de la narrativa, de Albert Sánchez Piñol, un libro sobre cómo se escriben todas las grandes historias. En ficción publicaremos Un món sense l'Oriol Gante, el nuevo libro de M. Mercè Cuartiella, y un thriller rural catalán, La noia del vestit blau, de Laia Vilaseca, una autora que ya ha triunfado en Amazon autoeditada.

Ha cumplido 66 años, pero continúa al pie del cañón.

Necesito un cambio de rutina y bajaré el ritmo, pero no me retiro. Estoy en proceso de traspaso de autores y de mi división de sellos, que ha tenido una facturación importante, a Juan Díaz, que lleva más de veinte años en la casa.

¿Cómo se imagina dentro de cinco años?

Desarrollando la creatividad de los otros, igual que ahora. Pensando ideas o proyectos, ya sea desde la editorial o vinculada a las librerías. Un editor siempre hace cosas, no puede parar.

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