APUNTS AL NATURAL

Desconfinar el futuro

La pandemia tiene que permitir reconstruir el futuro desde el reconocimiento de la vulnerabilidad

Josep Ramoneda
3 min
ETIENNE LAURENT / EFE

1. Pacte. Si un buen día Macron no hubiera tenido la ocurrencia de declarar el toque de queda en Francia, ¿estaríamos hablando de ello ahora? Da la sensación de que los gobiernos van actuando a golpe de ocurrencias. Y que cuando uno da un paso los otros lo siguen, como si se tratara de una moda. Es el gran problema de la gestión de la pandemia. Los gobiernos no transmiten confianza porque no saben explicar sus decisiones, porque marean demasiado la perdiz antes de tomarlas, porque cuando acaban de anunciar una medida ya están insinuando otra, porque a menudo confunden la autoridad con el autoritarismo, porque creen más en dar miedo que en generar responsabilidad y porque la compulsiva dinámica de la confrontación política les impide encontrar espacios de consenso, es decir, decisiones que tienen un amplio apoyo.

Sé que lo que ahora toca es difícil de hacer: atacar eficazmente la pandemia y al mismo tiempo dar una perspectiva de futuro a la ciudadanía. Pero ¿qué sentido tiene ahora salir con un estado de alarma hasta mayo del año que viene? Como si no se notara en el ambiente que la gente vive con la sensación de llevar una pesada carga a cuestas, echamos un telón sobre el futuro a siete meses vista. No se puede jugar tan a la ligera con libertades básicas. El énfasis en las prohibiciones tiene efectos infantilizantes si no va acompañado de señales que apunten al día después.

¿Cuáles pueden ser estas señales? Hay de dos tipos: conceptuales y prácticas. Si nos olvidamos de las primeras, nos metemos en un callejón sin salida: actuamos como si el día siguiente tuviera que ser igual que el tiempo anterior. Y no lo será. Pueden pasar dos cosas: que no se haga nada, y entonces lo más probable es que se avance por la vía del autoritarismo posdemocrático para dominar unas sociedades heridas; o que se plantee –al menos a nivel europeo– un pacto social de envergadura, que empiece por implementar eficientemente las medidas de ayuda anunciadas, por conducir el conjunto de la sociedad a unos acuerdos de reconstrucción que se correspondan con la gravedad de la derrota.

¿Qué significa esto? La pandemia es un hecho inesperado que ha tenido efectos enormemente desiguales sobre la sociedad: ha habido muchos perdedores (las víctimas, evidentemente, pero también amplios sectores sociales) y ha habido también grandes ganadores. Y aquí no hay coartada meritocrática –la falacia permanente para legitimar las desigualdades– que valga. Los que han salido favorecidos de la pandemia tendrán que aceptar hacer concesiones para restablecer los equilibrios sociales. Y tampoco vale el eterno recurso al mito del crecimiento como panacea de todos los males. En este sentido, celebro que el gobierno español, aunque muy tímidamente, incluya en los presupuestos una insinuación de subida de impuestos en la buena dirección: los dividendos de las grandes sociedades.

2. Progreso. Desconfinar el futuro quiere decir renovar la idea de progreso que ha permitido el despliegue de la modernidad. Renovar no quiere decir repetir. La experiencia acumulada nos pone en guardia sobre los experimentos que prometían la salvación y han acabado en el desastre. Del impulso ilustrado nacieron las democracias occidentales, pero también los totalitarismos –presentados como la forma suprema de estado moderno (Carl Schmitt)– y el imperialismo y los colonialismos a golpe de explotación y de pistola. Como ha explicado Pankaj Mishra, los países antes explotados han reaccionado a menudo con los instrumentos de los colonizadores. Y ahora el sistema de poderes del mundo es mucho más complejo, sin un modelo que valga, más todavía después del fracasado intento norteamericano de imponer democracias a golpe de bombardeo. Y el despliegue tecnológico ha creado unos poderes supraestatales de una capacidad de seducción y control impensables hace veinte años.

Creo que la pandemia tiene que permitir reconstruir el futuro desde el reconocimiento de la vulnerabilidad, haciendo de la vulnerabilidad una fuerza, porque es la única forma que tenemos de salvar las libertades. De otra manera, si el miedo se impone, se acabará cumpliendo la paradoja de que el régimen comunista chino habrá sido el estadio superior del capitalismo. Cuidado con hacer de la restricción de las libertades una gesta, porque el riesgo es que nos acabemos acostumbrando. Y precisamente la defensa de las libertades será determinante a la hora de desconfinar el futuro.

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