El currículum de Elsa Artadi

Una parte de nuestra sociedad no está preparada para aceptar a mujeres independientes, ambiciosas

Laia Balcells
4 min
Elsa Artadi: “Igualant els impostos amb Madrid perdríem 1.500 milions a què no podem renunciar”

Profesora titular en la Universidad de GeorgetownEstos días hemos sido testigos de un espectáculo absolutamente esperpéntico en las redes sociales y en algunos medios de comunicación. En el momento en que ha sonado el nombre de Elsa Artadi como posible presidenta de la Generalitat de Cataluña, en coordinación con una presidencia simbólica de Carles Puigdemont en Bruselas, se ha empezado a hablar y a escribir ávidamente sobre esta diputada, su biografía personal y académica. Y ha resultado que hemos visto de nuevo, como casi siempre que una mujer pasa a la primera línea política, un machismo recalcitrante. Algunos diarios como La Vanguardia han destacado la pasión de Artadi por el yoga antes de mencionar que es doctora (PhD) por Harvard, la mejor universidad del mundo según todos los rankings. Y cuando se ha evidenciado a opinadores y tuiteros (mayoritariamente hombres, sí) que Artadi tiene un currículum excelente, destacando el doctorado en Harvard, se ha menospreciado esta hazaña sin ningún tipo de vergüenza. Incluso ha habido algún tuitero osado que, sin tener ninguna credencial comparable, ha llegado a comparar su CV con el de ella. Los que no ignoran lo que implica entrar a hacer un doctorado en Harvard y lo que exige completarlo sólo pueden hacer estos comentarios a partir de la malicia y el sexismo.

¿Qué implica exactamente hacer un doctorado en Harvard? No se trata sólo de conseguir una reputada beca de La Caixa (hay un montón de caixeros que se han quedado a las puertas de Harvard o Yale, de hecho), por la que compiten ciudadanos españoles. Para entrar a en Harvard a hacer un doctorado en economía hay que pasar por un proceso de selección muy competitivo para el que, entre otras cosas, se deben superar con buena nota unos exámenes llamados GRE, a los que los americanos están acostumbrados pero que los extranjeros conocemos poco. Siendo extranjero también hay que demostrar competencia en inglés, con una buena nota en el TOEFL, y al mismo tiempo presentar un proyecto de investigación que convenza al comité de selección. Una vez dentro del programa de doctorado, si has tenido la suerte de convencer a todo el comité de selección (no es posible entrar "a dedo", como han insinuado algunos), se deben superar un mínimo de asignaturas (me consta que las de economía en Harvard son de todo menos fáciles), varios exámenes de suficiencia investigadora, que varían según la disciplina y la universidad, y escribir una tesis doctoral que debe superar un umbral de calidad que, como pueden imaginar, en una Ivy League no son ninguna broma.

Por lo tanto, es una estupidez banalizar que Elsa Artadi tenga un doctorado en Harvard, un hito que le debió costar mucho esfuerzo y hecho perder muchas horas de sueño -no me extraña nada que se aficionara al yoga, de hecho, una forma muy sana de lidiar con el estrés de un programa así-. También es un absurdo, por cierto, que se banalice el hecho de que consiguiera una plaza de tenure-track (plaza interina con posibilidad de titularidad) en la Universidad de Bocconi, en una de las más prestigiosas escuelas de economía de Europa. Para conseguir una plaza de estas características se deben tener publicaciones en revistas de prestigio, buenas cartas de recomendación y hacer muy buen papel en una entrevista de trabajo que incluye la presentación de un trabajo de investigación ante una audiencia crítica, aparte de entrevistas individualizadas con miembros del departamento. Hay gente que daría lo que fuera por tener una plaza en Bocconi, pero Elsa Artadi renunció a ella porque quería vivir en Cataluña y hacer vida con su compañero de entonces, lo que me parece admirable. Burlarse de los detalles de su boda o de su separación, por otra parte, me parece de un mal gusto extraordinario. Por no hablar de los rumores sobre su posible affaire con Carles Puigdemont (para algunos, las mujeres sólo conseguimos prosperar a base de favores sexuales, supongo).

Lo que ha pasado estos días con Elsa Artadi me parece muy relevante, porque en cierto modo demuestra que una parte de nuestra sociedad no está preparada para aceptar en la esfera pública a mujeres como ella: independientes, ambiciosas, inteligentes -todas estas cualidades que gustan en los hombres, pero que no acaban de convencer en las mujeres-. Mujeres de treinta y tantos o cuarenta años que no tienen hijos, mujeres que han viajado y han trabajado por el mundo, y que lo han hecho a partir de su esfuerzo y talento. Mujeres que tienen amigos hombres casados, con quienes son colegas y nada más. Para muchas mentalidades retrógradas, todo esto es inaceptable.

Por último, pienso que deberíamos estar agradecidos de que alguien como Elsa Artadi quiera dedicarse a la política y no a hacer carrera en la universidad (donde viviría más tranquila) o en la empresa privada (donde ganaría más dinero). Deberíamos impulsar a mujeres como ella y no empujarlas fuera de la esfera pública porque su imagen nos horroriza, ya sea porque nos despierta profundas inseguridades o porque es un espejo de lo que hubiéramos querido ser y no seremos nunca.

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