Hartos de Cataluña

Este Gobierno sectario lo ha fiado todo a la propaganda y a una maquinaria intimidatoria

Manuel Rivas
3 min

EscritorHay mucha gente que se declara harta de “lo de Cataluña”. Cuando se dice eso, en la barra de un bar o en una entrevista o en un artículo, suele ser un hartazgo sectario. El tono en que se dice es apodíctico, indiscutible, propio de un estado de hartura que no espera respuesta ni contempla la discrepancia en el hartazgo. Y el que está harto de “lo de Cataluña” da por supuesto que todo el mundo está harto. Es un hartazgo ibérico con destino en lo universal.

Y no sé por qué me viene ahora a la memoria un personaje de mi juventud, conocida como Madame Poulet, tan cascarrabias que me resultaba especialmente simpática. A los 80 años seguía dando clases particulares de francés. Apoyada en un bastón, sin dejar de fumar sus cigarrillos Gauloises, formaba parte del paisaje urbano. Coincidía con ella en la parada de bus, yo balbuceaba francés, y llegamos a tener buen trato. “Comment ça va?”, me saludaba. “Très bien, madame”. Pero un día, sin pensarlo, mi respuesta fue un típico tópico: “¡Vamos tirando!”. Y ella, muy enojada, echando humo, me interpeló: “Dígame, ¿de qué van tirando los gallegos?”. Sonreí, pero eso todavía la enfadó más: “Vamos tirando, vamos tirando… Pero, a ver, explíqueme de una vez, ¿de qué van tirando los gallegos?”. Con los años, comprendí que era una buena pregunta. A veces me quedo ensimismado, varado en la interrogación, escrutado por el fantasma humeante de Madame Poulet, e intento encontrar una respuesta a esa visión de generaciones encadenadas tirando de un peso misterioso.

Así que la pregunta ahora es: ¿De qué están hartos los que dicen que están hartos de “lo de Cataluña”? Una de las especies más curiosas de los hartos son los que empiezan un artículo declarando su hartazgo, su infinito hastío, qué matraca, qué pesados, qué rollo, qué bucle, qué aburrimiento, qué empacho de proooocés, para a continuación escribir un artículo pesado y aburrido sobre…el procés. Nunca antes tuve la sensación de leer tantos artículos repetidos, escritos por diferentes personas y en diferentes medios. Como si existiese una secreta Cofradía de Hartos de Cataluña que todos los días pontifican sobre Cataluña, eso sí, tras advertirnos que están hartos de lo de Cataluña.

Yo puedo comprender que haya periodistas, politólogos, historiadores, sociólogas, filósofos, analistas, articulistas nomás, que estén en un estado de sorpresa, perplejidad, confusión o incluso en vilo o inquietud ante lo nuevo, imprevisible o desconocido. Pero, ¿hartos? En este caso, el hartazgo es una ideología.

Hay una viñeta de Castelao en la que se ve a una mujer campesina llevando de la mano a un niño que se resiste a andar. Son madre e hijo. Ella pregunta: “Pero, ¿por qué no quieres ir a la escuela?”. Y el chaval responde: “Porque el maestro siempre me pregunta cosas que no sé”.

Los hartos de “lo de Cataluña”, los profesionales del hartazgo, no han querido plantearse preguntas para las no tenían una respuesta prevista. Su hartazgo es, en realidad, puro conformismo. Una pereza intelectual que recuerda aquella película en la que, tras cerrar la maleta a lo bruto, Charlot cogía una tijera y cortaba las mangas y perneras que habían quedado por fuera. Un conformismo servil y acrítico con la política del Estado, pilotado por un Gobierno sectario, que lo ha fiado todo a la propaganda y a una maquinaria intimidatoria. Se dirá que los otros pilotos, los del procés, han cometido errores y causado averías. Pero conviene no olvidar nunca la lección de Edmund Burke, que no era un revolucionario sino un lúcido conservador: “Cuanto más poder se tiene, más peligroso es el abuso”.

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