Los radicales, favoritos para hacerse con el control del Parlamento en Irán

Se prevé una alta abstención que favorecerá a los candidatos ultraconservadores

Mònica Bernabé
4 min
Una dona caminant per un carrer de Teheran.

TeheránDecenas de coches hacían cola este jueves en la gasolinera de la carretera de Pastaran, una de las más populares del noreste de Teherán. Había tantos vehículos que los conductores formaban una fila india a lo largo de la carretera, uno detrás de otro, con las manos en el volante intentando ver a través de los parabrisas empañados por la lluvia que cayó este jueves en la capital iraní durante casi todo el día. Cuando les tocaba su turno, bajaban del coche, repostaban, y pagaban sin rechistar, a pesar de que el precio de la gasolina es ahora tres veces más alto que hace tres meses. El gobierno lo subió en noviembre y el aumento hizo que la gente se echara a la calle a protestar, que el régimen respondiera abriendo fuego, y que los muertos se contaran por decenas. No hay una cifra exacta, pero fueron muchos. Amnistía Internacional habla de más de doscientos.

“Después de aquello disminuyó el número de clientes durante algunos días”, comenta el responsable de la gasolinera, Morteza Kashani, pero ahora parece que todo ha vuelto a la normalidad aunque de aquellos barros vienen ahora estos lodos: este viernes se celebran elecciones legislativas en Irán y se prevé que la participación sea bajísima. Es la manera que los iraníes tienen de protestar.

Se quejan de lo ocurrido en noviembre y de que el Parlamento no tuviera ni voz ni voto en la decisión de incrementar el precio de la gasolina –es algo que se cocinó en altas instancias-, pero también de todo lo que vino después: el incidente del avión ucraniano que se estrelló en las afueras de Teherán con 176 personas a bordo, y las mentiras del gobierno, que primero dijo que la aeronave había sufrido un accidente y después reconoció que había sido abatida por la Guardia Revolucionaria al confundirla con un misil.

“¿Votar para qué, si mi voto no sirve para nada?”, afirma Milat, un joven contable de 30 años, que es uno de los pocos dispuestos a contestar si hoy acudirá a las urnas. La mayoría rehuye la pregunta en la calle cuando oye que la formula una periodista extranjera. “No puedo votar porque no tengo tarjeta identificativa”, se escuda de entrada una mujer de mediana edad, Nayereh, aunque después reconoce que no irá a votar porque no la convencen ni los unos ni los otros, es decir ni los reformistas que ahora controlan la mayoría de los 290 escaños del Parlamento, ni los ultraconservadores. “Han demostrado que todos son iguales”, añade.

"Apatía política"

El analista para Irán del International Crisis Group, Ali Vaez, corrobora que existe una “apatía política” y que la participación en estas elecciones no tendrá nada que ver con la de convocatorias anteriores, que siempre llegó al 50%. De hecho, estos días en Teherán casi no hay carteles electorales en las calles, a pesar de que se presentan más de 7.000 candidatos a los comicios y en Irán no existe un sistema de partidos. Cada candidato concurre de forma individual e independiente. Las calles deberían de ser un enjambre de pósters.

El resultado de esta apatía política puede ser que los ultraconservadores se hagan con el control del Parlamento. Más aún después de la purga histórica que hizo semanas atrás el Consejo de los Guardianes, el órgano que en última instancia decide quién participa y quién no en las elecciones: descalificó a más de la mitad de los candidatos, la mayoría reformistas y entre ellos hasta un tercio de los actuales diputados que aspiraban a revalidar su escaño.

El Consejo está formado por ocho clérigos elegidos por el líder supremo, y ocho juristas nombrados por el Parlamento a propuesta del jefe de la Judicatura, quien a su vez también es designado por el líder supremo. En definitiva, el imán Khamenei es quien tiene la sartén por el mango en los comicios. “Es evidente que ha querido deshacerse de los candidatos críticos en un momento de inestabilidad interna y presión internacional”, afirma el experto del International Crisis Group.

El portavoz del Consejo de los Guardianes, Abbas Ali Kadkhodai, ofreció una rueda de prensa el miércoles en Teherán a la que asistieron más de 200 periodistas, nacionales e internacionales. Los reporteros le preguntaron por activa y por pasiva, al menos una decena de veces, por los candidatos descalificados. Pero Kadkhodai actuó como un auténtico portero de fútbol y desvió todas las cuestiones a un mismo terreno de juego: la ley electoral. Según dijo, todos los candidatos descalificados violaban la legislación. ¿Por qué razón? Eso es algo que ya no concretó. “Es un tema confidencial y las razones las hemos comunicado por carta a los afectados”, argumentó.

Un déjà vu

En todo caso, si los radicales se hacen con el control del Parlamento será un déjà vu. En el año 2004 los reformistas de Mohammad Khatami también quedaron desacreditados ante su electorado por la imposibilidad de conseguir sellar un acuerdo nuclear, la abstención fue muy alta y la consecuencia fue que el radical Mahmoud Ahmadinejad y sus aliados llegaron al poder.

A principio de febrero el ayatolá Khamenei animó a los iraníes a ir a votar en las elecciones legislativas, y lo hizo a través de un mensaje de Twitter, una red social que, por cierto, está bloqueada en Irán. Sólo se puede consultar usando una VPN, una red virtual privada. Una prueba más de que en Irán todo puede tener una doble lectura. Está previsto que hoy Khamenei sea uno de los primeros que deposite el voto en la urna.

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