MÁS DE CUATRO DÉCADAS DE LA REPÚBLICA ISLÁMICA (2)

El régimen de los ayatolás promueve las operaciones de cambio de sexo

De esta manera pretende combatir la homosexualidad, que está castigada en Irán con la pena de muerte

Mònica Bernabé
5 min
Més de quatre dècades de la república islàmica (2) El règim dels aiatol·làs promou 
 Les operacions de canvi de sexe

Enviada especial a TeheránUn joven delgado de gestos afeminados entra con timidez en la consulta del doctor. Viste pantalón y chaquetón negros, lleva un gorro beige y una bufanda a juego del mismo color, y una mascarilla en el rostro para protegerse del coronavirus. “Perdón, ¿puedo sentarme?”, pregunta con un hilo de voz, antes de acomodarse en un sillón con las rodillas juntas y los pies ligeramente separados. Se quita la mascarilla, esboza una sonrisa y, con las manos sobre el regazo, hace ademán de esperar el dictamen médico.

“Tiene 22 años, y sus aficiones son cocinar, las tareas de casa y la música. De pequeño le gustaba cubrirse la cabeza con un velo, y actualmente sabe más él de maquillaje que su esposa”, lee en voz alta el informe psicológico el doctor Saberi, que es el responsable del departamento de psiquiatría de la Organización Legal de Medicina, en Teherán. “Dígame, ¿es usted un hombre, una mujer o un homosexual?”, inquiere el médico. Y el chico contesta: “Siempre me he sentido mujer y quiero cambiar de sexo”.

En el Irán de los ayatolás, donde la homosexualidad está castigada con la pena de muerte, son en cambio legales las operaciones de cambio de sexo. El imán Jomeini así lo dictaminó en una fatua en 1986, después de que la activista transexual Mariam Khatoon Molkara le suplicara repetidamente que se apiadara de los fieles que habían nacido con un cuerpo con el que no se identifican.

Desde entonces el gobierno iraní autoriza este tipo de intervenciones e incluso las ha subvencionado. Asimismo la persona operada puede cambiarse legalmente de nombre una vez ha pasado por el quirófano. Sin embargo, sólo pueden operarse las personas que han sido diagnosticadas clínicamente con “un desorden de identidad de género”, y disponen del permiso de la Organización Legal de Medicina, una institución que depende de la judicatura.

Callejón sin salida

“Se desconoce cuál es el criterio de esa organización para decidir si una persona es apta o no para este tipo de intervención”, explica por teléfono la activista Sahar Moazami, de la asociación Out Right Action International, con sede en Nueva York. “Las personas a quienes se les deniega el permiso se encuentran entonces en un callejón sin salida, y muchas otras simplemente solicitan operarse porque la homosexualidad está prohibida”, añade. En el informe Being transgender in Iran (siendo transexual en Irán) publicado en 2016, Out Right Action International también denuncia que estas intervenciones a menudo tienen secuelas fatales en Irán, como sangrados constantes e infecciones de orina.

“Siempre pensé que casándome podría resolver mi problema”, empieza explicando el joven que ha acudido a la consulta del doctor Saberi para justificar así que años atrás contrajera matrimonio. “Odio mi pene y me siento sexualmente una mujer. No me gusta para nada mi cuerpo, y me lo afeito entero cada día”, confiesa. “¿Se pinta las uñas de las manos?”, pregunta entonces el médico. “Sí”, responde el chico. “¿Lleva el pelo largo?”. “Lo llevaba, pero me lo corté para animar a mi madre, que tiene cáncer y se quedó calva”. El doctor formula aún una pregunta más: “¿Se viste como una mujer?”. El chico entonces se incorpora, se acerca al facultativo y le muestra en su teléfono móvil una fotografía en la que aparece maquillado y cubierto con un chador negro de pies a cabeza. Según dice, cuando viste como una mujer se siente mejor. “Entonces no me acosa la gente por la calle ni me molestan”, argumenta.

“Esto parece un caso claro de una persona que necesita cambiar de sexo”, certifica el doctor Saberi, una vez el joven ya ha salido de la consulta. Según explica, cada mes atiende una decena de pacientes de este tipo, que le solicitan someterse a una operación de cambio de sexo, de los que un 80% lo acaban haciendo. “La mayoría son hombres, pero durante los dos últimos años ha aumentado el número de mujeres”, apunta. El proceso, sin embargo, es largo y tortuoso.

El solicitante debe hacer terapia con un psicólogo durante un año para certificar que efectivamente padece un “trastorno de género” y no otra patología. Obtener después el permiso de la Organización Legal de Medicina, y finalmente acudir a un cirujano plástico que le practicará la operación, que tampoco es ningún camino de rosas.

Referente en cirugías

El doctor Kamal Sayed Frutan es uno de los cirujanos iraníes que realizan este tipo de intervenciones. “Irán se ha convertido en un referente en las operaciones de cambio de sexo porque aquí las relaciones homosexuales están prohibidas, a diferencia de otros países”, afirma. Él hace entre diez y quince cirugías de esta suerte cada año y, según asegura, su técnica es una de las mejores.

“En el caso de los hombres, construyo la vulva a partir del pene. Y en el de las mujeres, utilizo prótesis importadas de Estados Unidos que aseguran la erección. Sea como sea, el paciente sentirá placer en sus relaciones sexuales tras haberse sometido a la operación”, asevera. Y para demostrarlo muestra diferentes fotografías de sus trabajos: en las imágenes, sin embargo, los hombres y mujeres retratados tienen genitales de apariencia poco natural y en algunos casos incluso deformes.

Medio año antes de la intervención quirúrgica, el paciente debe someterse a un tratamiento hormonal, y a un seguimiento médico durante los seis meses posteriores. Lo peor, no obstante, es el precio. La operación vale un dineral: al menos 400 millones de riales (unos 25.000 euros). “Años atrás el gobierno pagaba parte del coste de la cirugía porque no quería que hubiera homosexuales en el país, pero recibió tantas peticiones que dejó de hacerlo”, declara el doctor Frutan. “Una alternativa es operarse sólo los pechos, que resulta más económico y también permite al paciente cambiar legalmente de nombre. Además, yo acepto cobrar a plazos”, añade.

Ayudas económicas

El doctor Saberi precisa que actualmente hay instituciones benéficas como la Fundación Iman Jomeini que aún ofrecen pequeñas ayudas para sufragar esta clase de operaciones. En su consulta entra una nueva persona que solicita cambiar de sexo: esta vez se trata de una chica, que viste pantalones y chaqueta masculinos y se intuye que tiene el pelo corto aunque lo lleva cubierto con un velo. El doctor Saberi lee su informe psicológico: “Tienes 26 años, es soltera y licenciada en Alimentación. Cuando era pequeña jugaba con pistolas, coches y otros juegos de niños. Desde hace dos años viste como un chico, practica taekwondo, y siempre lleva el pelo corto”. Empieza el interrogatorio.

La chica manifiesta ante el médico que le gustan las mujeres y que le encantaría mantener relaciones sexuales con ellas, que nunca ha soñado casarse con un hombre, y que quiere quitarse los pechos, aunque no lo haría si viviera en un país donde las relaciones homosexuales no estuvieran prohibidas. Fuera de la consulta del médico, añade algo más a esta periodista: “Pido operarme no por temor a la pena de muerte, sino por ser aceptada por mi familia y socialmente. Sólo busco mi identidad”.

La única salida, la prostitución

En el parque de Teatr-e Shahr, en el centro de Teherán, es habitual ver a jóvenes transexuales que se dedican a la prostitución. Buscan clientes abiertamente y, además, ellos mismos lo confiesan: “No tenemos otra opción. Nadie nos da trabajo”, declara uno de ellos. Otro asegura que ha estado encarcelado durante seis meses pero que, a pesar de eso, ni loco se sometería a una intervención quirúrgica de cambio de sexo: “Todas la personas que conozco que se han operado sufren después depresión y su vida se ha convertido en un infierno”.

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