ANÁLISIS

Entre salvar vidas y salvar la economía

Mónica García Prieto
3 min
Treballadors esperen ser transferits a una estació de tren a la ciutat índia de Chennai

PeriodistaEl jueves, India registró 9.985 nuevos contagios por coronavirus, su mayor pico desde que la pandemia traspasó sus fronteras. Con apenas 280.000 positivos -supera por pocos miles los contagios en España, pese a tener 1.350 millones de habitantes- las cifras parecen incluso tranquilizadoras sino fuera por dos razones: las autoridades del estado de Delhi, con 31.300 contagiados, calculan que para finales de julio sólo en su departamento se superarán las 550.000 infecciones, y además la pasada semana los gobiernos indio, paquistaní y bangladeshí pusieron fin al confinamiento para reactivar una economía que se basa, sobre todo, en la actividad informal.

El temido aumento de contagios indio, combinado con los avisos de rebrote de los expertos, resulta inquietante porque es un reflejo de lo que puede pasar en esa zona de Asia donde se concentra 1.700 millones de personas, una séptima parte de la Humanidad, obligadas a decidir entre morir de hambre o morir por el virus.

En los países occidentales, con un sólido estado del bienestar y economías capaces de proteger la supervivencia de la población al menos durante unos meses, la cuarentena ha sido clave para contener la primera oleada de contagios. Sobra decir que si no hubiéramos estado confinados los hospitales seguirían colapsados, y las cifras de víctimas serían desagarradoramente superiores. La cuarentena minimizó el impacto de la tragedia, como lo hicieron las campañas de concienciación higiénica, las mascarillas que nos podemos pagar y el agua potable con la que nos podemos lavar. Pero en el Subcontinente Indio no hay nada de eso, en muchos casos ni siquiera una casa donde encerrarse. La prevención es imposible cuando se vive hacinado, cuando no hay dinero para mascarillas ni grifos de los que salga agua. El levantamiento de la cuarentena aliviará las economías domésticas, pero implicará más contagios, y en ese mundo global, donde los virus no conocen fronteras, será cuestión de tiempo que se extiendan como un reguero de pólvora.

Ausencia de pruebas

El comportamiento imprevisible del virus hace difícil comprender por qué, pese a su proximidad a China, las condiciones de hacinamiento e insalubridad y la deficiente red de infraestructuras sanitarias, India, Pakistán y Bangladesh ha tenido un impacto tan moderado. En la región se cuentan 350.000 contagios y sólo 9.000 muertos, aunque resulta tentador pensar que la explicación radica en la ausencia de pruebas médicas y en la escasa precisión local a la hora de contar víctimas. Según la revista The Economist, que citaba fuentes de Pakistán, la cifra real de muertos puede ser dos o tres veces mayor que la admitida por las autoridades. John Clemens, del Instituto de Investigación Sanitaria de Bangladesh, estima que sólo en la capital, Dhaka, podría haber ya 750.000 contagios aunque el Gobierno admite apenas 60.000. Esas previsiones, sumadas al aumento de casos, hace temer que a finales de julio los contagios sobrepasen los cinco millones y la cifra de muertos combinada en los tres países supere los 150.000. Es decir, lo peor está por llegar.

Los hospitales están saturados y las unidades de cuidados intensivos son escasas. En un hospital de Mumbai, tres médicos interinos grabaron un vídeo para denunciar que habían sido dejados a cargo de 35 enfermos de covid-19 sin doctores, enfermeras ni asistentes. Otro vídeo mostraba a enfermos conviviendo con cadáveres envueltos en plástico, dado que la morgue estaba saturada. A esas condiciones se suma la falta de centros y personal: India tiene la mitad de la proporción entre sanitarios y pacientes de China, y una cuarta parte de la europea.

Para los políticos, el dilema comienza a ser proteger la vida o proteger la economía, y a medida que se eterniza la emergencia sanitaria hay países que optan por lo segundo, como India, Pakistán, Bangladesh y también México, Rusia o Irán. Pero la pandemia no está controlada, aunque parezca darnos una tregua en Europa ante la necesidad psicológica de su población de recuperar las calles. Ya hay siete millones de contagios mundiales y medio millón de muertos y, según la OMS, la Covid-19 está en plena expansión. Habrá que ver si la apuesta por la economía compensa el coste en vidas, para ellos y para el resto del mundo.

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