El rechazo a la vacuna y la polarización política

Estaría bien que cuando convenzamos a los indecisos estos puedan vacunarse

Nuria Alabao
2 min

La vacuna de la COVID-19 provoca esterilidad, daña el genoma humano, o inocula un chip con intención de controlarnos. Estos han sido algunos de los rumores que están circulando y que han espoleado el rechazo a la vacunación. Hoy, el porcentaje de personas dispuestas a vacunarse inmediatamente en el estado español es solo del 39% con datos de noviembre, según una encuesta de la Organización Mundial de la Salud.

Antes de la pandemia, España era de los países europeos con una menor reticencia a las vacunas y donde en general eran los segmentos de mayor nivel social y educativo los que mostraban más rechazo. Hoy la correlación más significativa es la que relaciona las vacunas con el voto. El electorado de Vox es con diferencia el más reacio: el 22% de sus votantes dice que no se vacunaría en absoluto, seguido del casi 12% del electorado del PP. Por otra parte, los votantes de los partidos de gobierno son los que muestran mejor predisposición a vacunarse. Esto nos habla de cómo se ha politizado la gestión de la pandemia hasta extremos donde el cumplimento de las medidas de seguridad ha estado vinculado en gran medida al apoyo a un determinado partido; basta recordar las manifestaciones contra los cierres convocadas por Vox.

Este recelo no es exclusivo de España, se da en buena parte del mundo y se alimenta de la desconfianza en las instituciones después de la crisis del 2008. Los bulos y las teorías de la conspiración de todo tipo, también los relacionados con la COVID-19, están haciendo crecer a las extremas derechas, por lo que sus representantes estimulan su expansión. No hace falta recordar a Trump recomendando inyecciones de desinfectante o la campaña antivacunas del gobierno de Bolsonaro. Por otra parte, Miguel Bosé no está tan solo aquí, el 40% de los españoles cree que “hay una conspiración detrás de las vacunas contra la covid”, según una encuesta de 40db. Sobre esto alerta el sociólogo Josep Lobera para quien esta fractura amenaza la cohesión social, con millones de españoles en niveles peligrosos de desconfianza hacia la vacuna, la ciencia y las autoridades sanitarias en un ambiente de polarización extrema del que no sabemos cómo saldremos.

Sin embargo, también hay una serie de recelos muy legítimos que tienen que ver con la situación excepcional que habitamos y con la velocidad con la que se ha desarrollado la vacuna. No hay que desestimarlas, sino más bien responder con información clara y evitar seguir profundizando en la polarización, para que la relación con la vacuna deje de ser una cuestión de partidos políticos y pase a ser de salud pública, una cosa de todos. Ya sabemos que de su implementación depende la duración de pandemia y las medidas extraordinarias cuyas consecuencias económicas van a ser profundas y duraderas. Estaría bien además que cuando convenzamos a los indecisos estos puedan vacunarse porque la lentitud en la distribución de la vacuna genera también otro tipo de dudas.

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