COMPAÑEROS DE VIAJE

Entre lo inesperado y lo innombrable

Samuel Beckett, irónico apóstol de la imposibilidad de saber

Rafael Argullol
2 min
L’escriptor en una imatge captada durant l’estrena d’una de les seves obres el 1970.

A menudo me he encontrado preguntándome lo que vería Samuel Beckett en tal o cual situación. Esto no me ha pasado con ningún otro escritor antiguo o moderno, quizá con la excepción de Kafka. Pero hay importantes diferencias. Con lo kafkiano hay un cierto consenso y utilizamos este término para describir momentos o paisajes que nos parecen particularmente absurdos. Lo kafkiano viene del mundo exterior hacia nosotros. Lo beckettiano, en cambio, tal como aparece en mi pregunta, es algo que emerge desde un espacio interior indefinible. Lo beckettiano alude a lo que no sé, a lo que nunca sabré y, lo que es más radical, a lo que no estoy en condiciones de saber.

Es posible que Samuel Beckett dedicara toda su obra a estas negaciones, irónico apóstol de la imposibilidad de saber. En uno de sus últimos relatos, 'Compañía', Beckett llega a negar la posibilidad del lenguaje porque el yo desde el que hablamos es puramente espectral. En este sentido todo es una ilusión, una continuación universal del estado en que se encuentra Segismundo, el protagonista de 'La vida es sueño' de Calderón de la Barca. Muy probablemente me pregunto por la visión que tendría Beckett de algo cuanto mayor es la percepción de que lo que me rodea no es más que una fantasmagoría.

En la obra de Samuel Beckett, sobre todo desde 'El Innombrable', la conciencia naufraga hasta casi desaparecer en un mar de sombras. ¿Qué es lo que podemos aguardar en ese mar de sombras? Mucho y nada. Esta es la gran paradoja que impulsa el gran tema de la espera al que Beckett consagró su obra teatral más conocida, 'Esperando a Godot'. Esperamos a Godot. Godot no viene ni, probablemente, jamás vendrá, pero, aunque tengamos esta sospecha, no por eso podemos dejar de esperarlo. El círculo se cierra. El telón se cierra aunque únicamente para dejar una pausa, tras la cual vuelve a levantarse. Para Beckett nuestra mirada sobre el mundo es un constante parpadeo. Nunca llegamos a saber. Nos queda la ironía de saberlo.

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