OBITUARIO

Con Rubalcaba se va parte de la Historia

Consiguió ganarse el aprecio de muchos de sus compañeros, pero también de sus rivales políticos

Rosa Paz
3 min
Con Rubalcaba se va parte de la Historia

A pesar de la fama de astuto conspirador con la que pasará a los libros de Historia, Alfredo Pérez Rubalcaba consiguió ganarse el aprecio de muchos de sus compañeros, pero también de sus rivales políticos de dentro y fuera del PSOE. No solo ahora, que llevaba cinco años retirado de la política activa y había regresado a dar clases de Química Orgánica en la Universidad Complutense de Madrid, sino también cuando aún era un político temido por sus adversarios. Muchos ya entonces le describían como una persona cariñosa, simpática, trabajadora, inteligente, frugal y austera, y lo cierto es que Rubalcaba era afectuoso, a veces, y agradable y suave en la conversación y el trato, casi siempre.

Esas características de su personalidad contrastaban con su afilado discurso y su certera puntería a la hora de desarmar políticamente a los rivales. Como el político poderoso que fue siempre, despertaba afecto y temor en dosis casi idénticas. Pero quienes tuvieron la oportunidad de alcanzar acuerdos con él —antiguos portavoces de los grupos de oposición, entre ellos,— aprecian más su humanidad y su inteligencia que la condición de trilero que algunos le atribuían. Destacan de él que era un gran negociador, infatigable, sin presión, sin prisas, soltando hilo y recogiendo hasta alcanzar un acuerdo.

Siempre presente en el socialismo y en la vida política española, Rubalcaba cosechó a lo largo de su vida política algunos éxitos y también algunos fracasos. Entre sus éxitos, el más destacable, por importante, fue el papel esencial que desempeñó durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero en el diseño de la estrategia que desembocó en el fin de ETA. Lo que resulta, en parte, paradójico porque, siempre obsesionado por lo inmediato, solía parecer más preocupado por el titular de los periódicos del día siguiente que por cuestiones a largo plazo. Por eso, en sus primeros años, sus compañeros decían de él que era un táctico, especialista en el regate en corto. Después, con la madurez, él mismo bromeaba sobre esa definición: “Pues en el ámbito en que estoy ahora soy como Mao Tse-Tung con la larga marcha. El más estratega de todos”, decía en esos años que culminaron con el fin del terrorismo etarra.

Este es un ejemplo de cómo con Rubalcaba se va una parte importante de la reciente historia política de España. Él fue un protagonista privilegiado durante casi cuatro décadas y uno de los dirigentes que, junto a Felipe González, más ha influido en el Partido Socialista y, por ende, en la vida pública del país. Con cargo público desde 1982, fue ministro de Educación y de la Presidencia y Portavoz del Gobierno con González y el único que repitió en los gobiernos de Zapatero, primero como titular de Interior y después como vicepresidente.

Más tarde alcanzaría puestos aparentemente más relevantes, pero que no le aportaron tantas satisfacciones. Fue candidato a la Presidencia del Gobierno, en diciembre de 2011, y elegido secretario general del PSOE al ganarle a Carme Chacón el congreso del PSOE de febrero de 2012 en Sevilla. Los principales fracasos le llegaron precisamente en estas dos últimas ocupaciones: por el pobre resultado —110 diputados— que obtuvo en las elecciones de 2011, empeorados en las de 2015 y 2016 con Pedro Sánchez como candidato, y porque no supo acabar con la crisis interna de los socialistas, que aún perdura. Renunció al liderazgo del PSOE por los malos resultados obtenidos en las elecciones europeas de 2014.

Parecía dedicado en cuerpo y alma a la política, pero siempre encontró tiempo para su familia y sus amigos. No tenía hijos, pero se hizo cargo de sus sobrinos cuando murieron en el mismo año tres de sus cuñados, hermanos de su esposa, Pilar Goya. Siempre flaco, a Rubalcaba no le gustaba comer. Pero le gustaban las sobremesas, la conversación posterior y quedar con sus amigos, los que conoció en la Facultad cuando era estudiante y que aún conservaba. También leía mucho. Para descansar de los dossiers políticos se sumergía en la literatura, sobre todo en la novela negra. Y le apasionaba el fútbol. Madridista irredento, si podía no se perdía un partido del equipo blanco. A veces en el Bernabéu, a veces en la televisión.

Ahora, llevaba cinco años apartado de la política activa, había vuelto a dar clases en la Universidad, pero no había dejado de estar presente en la actividad interna de su partido. A principios de este año el veterano político rechazó la candidatura a la Alcaldía de Madrid que le ofreció Pedro Sánchez, a quien había combatido en las últimas primarias, en las que se posicionó a favor de Susana Díaz. Todo el socialismo le rinde ahora homenaje.

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