Diálogo de besugos

Después del 1-O la equiparación con Rosa Parks quizás no es tan exagerada

Saïd El Kadaoui
3 min

Martes, 3 de octubre, el diario El País publicó una larga entrevista a Inés Arrimadas, la líder de Ciutadans en Cataluña, en el que, entre otras muchas cosas, afirma que el nacionalismo crece en los países enfermos, a los países que no funcionan, y que es muy duro luchar contra ellos cuando estás en primera línea. Se refiere, claro, al nacionalismo catalán, no al de su partido.

De hecho, si repasamos la corta historia de Ciudadanos, veremos que distorsionan la realidad continuamente. Mientras ellos se definen como un partido de centro y posnacionalista, la percepción mayoritaria de la gente es que es un partido de centro (siendo generosos), nacionalista español hasta el tuétano y muy aficionados, eso sí, a la posverdad (que es lo mismo que mentir con alevosía).

Sabemos también que fue un partido que nació para negar el pan y la sal, no sólo al independentismo y el nacionalismo catalán, sino también a la propuesta federalista que en su momento lideró el presidente Maragall.

"Ha habido cargas policiales, imágenes dañinas". Es todo lo que dice de la bárbara intervención de la Policía Nacional y de la Guardia Civil. Una auténtica borrachera de testosterona del nacionalismo español. Sus palabras me resultan especialmente hirientes teniendo en cuenta que las pronuncia dos días después de que a doscientos metros de mi casa, en el CAP Guinardó, recibieran porrazos, vejaciones, empujones, insultos y un profundo sentimiento de humillación moral tres buenos amigos y unos cuantos padres de hijos que estudian en la misma escuela que los míos. Ellos fueron los primeros en recibir, después todos pudimos ver las imágenes de ésta y de tantas otras actuaciones que, afortunadamente, han dado la vuelta al mundo.

Las palabras de Inés Arrimadas me indignan también porque tan sólo 4 días antes del referéndum, tomando un buen whisky en el Dry Martini con el escritor Sergio del Molino, que había venido a Barcelona a presentar su libro La mirada de los peces, experimenté un sentimiento extraño, triste y frustrante por no saber argumentarle suficientemente bien que aquí en Cataluña no estábamos experimentando sólo un proceso de abducción por el nacionalismo catalán, lo que estamos haciendo, al menos muchas de las personas que conozco, es constatar que con el nacionalismo español -tanto el del PP, como el del PSOE y Ciutadans- no se puede dialogar porque, entre otras cosas, es incapaz de autodefinirse como tal. Al contrario, algunos inventan términos ridículos como el posnacionalismo y otros creen que son unos cosmopolitas superguai e incluso se atreven a citar Amin Maalouf cuando encuentran un fragmento que les va bien, sin darse cuenta de que cualquier lectura serena que se haga de sus obras va en contra de su idea unívoca de España.

El 18 de septiembre Sergio del Molino había escrito un artículo en El País en el que alertaba del uso de figuras históricas como Rosa Parks como patrona de todos aquellos que estén dispuestos a desobedecer una ley. "Son tantísimas las distancias que hay que salvar entre ambas, llamémosles, opresiones, que un activista por los derechos civiles de Alabama de 1955 que se pasee por la Diagonal de 2017 en busca de ciudadanos apaleados, clamaría, ofendido: estos señores que salen de los restaurantes, ¿dicen que sufren como yo?", decía.

Le di la razón, pero le dije que nuestro amigo en común, el escritor Gabi Martínez, cuando hablaba de las ofensas rutinarias en el artículo que publicó en Eldiario.es el día 22 de septiembre para rebatir el suyo, precisamente, señalaba que un hecho común entre Rosa Parks y algunos catalanes es la sensación de agravio.

Después de los acontecimientos del 1-O, en que lo de los ciudadanos apaleados se convirtió en una triste verdad, tal vez le diría a Sergio que la equiparación ya no parece tan exagerada y que la sensación de agravio ha ido a más.

La mirada de los peces es el título del excelente libro de Sergio del Molino. Diálogo de besugos se podría titular la conversación que tuvimos en el Dry Martini mientras hablábamos de política. Suerte que nos vino a la cabeza un amigo común que tenemos en Madrid, Mohamed el Morabet, a quien ambos bautizamos como biblioteca ambulante por la cantidad de libros que ha leído. Siempre nos quedarán los libros y los amigos, ¡espero!

Pero ese sentimiento extraño, triste y frustrante no me lo quito de la cabeza. Leyendo las declaraciones de Inés Arrimadas, creo que lo puedo definir: ¿los nacionalistas somos sólo aquellos que queremos votar?

stats