CANTUS FIRMUS

Polarizar no es dividir

La red contribuye a esparcir una retórica hiperpolarizada muy alejada de la realidad

Salvador Cardús
3 min
Màscares de Joe Biden i Donald Trump.

¿Donald Trump y el trumpismo han dividido la sociedad norteamericana? ¿El Brexit ha dividido la sociedad británica? ¿El “separatismo islamista” divide la sociedad francesa? ¿El independentismo escocés y catalán ha dividido las respectivas sociedades? Si nos hacemos cada pregunta por separado, es fácil dar una rotunda respuesta afirmativa, cargada del tremendismo fatalista al que se recurre para dar más rotundidad a los análisis. Pero ¿y si observamos todas estas dinámicas conflictivas a la vez? ¿Cómo puede ser que siendo confrontaciones de naturaleza tan diversa las estemos leyendo todas con las mismas claves, en términos de polarización, división y fractura?

No frivolizaré con la gravedad del desafío de Trump a buenas formas democráticas tradicionales en los Estados Unidos. Tampoco son poca cosa las graves tensiones económicas creadas por el Brexit en el Reino Unido, y cómo empujan a Escocia hacia un nuevo referéndum que ahora sí puede borrar el azul del Jack Union. Por no hablar del terrorismo yihadista en Francia y la pretensión de Emmanuel Macron de combatirlo con la ley sobre el separatismo. Y tampoco subestimaré los intentos de llevar la confrontación política con el independentismo a las calles para simular una fractura social en Catalunya.

Y, aun así, creo que en todos los casos se hace necesaria una reflexión más matizada para, sin ningunear su gravedad, poner las cosas en su lugar. Así, y en primer lugar, hay que decir que polarizar no es dividir. Al contrario, la existencia de polos opuestos solo es posible dentro de una misma estructura. Un ejemplo fácil: una de las grandes fortalezas de la liga de fútbol española es la “polarización” entre seguidores del Barça y del Madrid. En segundo lugar, y en sentido contrario, la ausencia de una polarización perceptible no tan solo puede esconder otras subterráneas, sino que es propia de un clima de autoritarismo populista. Ahora ya sabemos que “el oasis político catalán” –leed El hijo del chófer de Jordi Amat– o la unánime y lisonjera adhesión monárquica, de hecho, ocultaban profundas tramas conflictivas y de corrupción política y económica.

Terceramente, por mucho que el debate político suba de tono y los medios de comunicación, según su agenda, se apunten a ello con entusiasmo, lo cierto es que los análisis en términos de polarización pierden de vista las todavía más grandes coincidencias de intereses entre oponentes. Que Biden volverá a buenas formas es obvio, pero cuidado con imaginar cambios radicales en la política norteamericana. Que JxCat y ERC ya han entrado en una dinámica de polarización preelectoral no puede hacer olvidar que, mientras no se demuestre lo contrario, están en el mismo polo independentista y así será contado el día después de las elecciones. En cuarto lugar, el traslado actual del combate político a las redes contribuye muchísimo a esparcir una retórica hiperpolarizada muy alejada de la realidad fáctica. Todos los estudios, en Catalunya, señalan que el proceso independentista ni ha deteriorado la convivencia ni ha impedido una mejora de los niveles de confianza interpersonal: curioso e interesante. Y, finalmente, no descartaría que la recesión económica primero y los efectos de la pandemia después hayan favorecido esta mirada apocalíptica sobre las nuevas polarizaciones políticas del siglo XXI.

Por todo ello pienso que es lícito preguntarse si no se exagera la profundidad y, sobre todo, la persistencia de estas divisiones. ¿Puede sobrevivir el trumpismo sin Trump? Pasadas las primeras sacudidas, ¿no veremos un Reino Unido próspero fuera de Europa y sin la rémora de Escocia e Irlanda del Norte? ¿Tardará mucho Francia en recuperar su vieja capacidad unificadora? ¿Y no es obvio que una Catalunya independiente dispondrá de mejores instrumentos de cohesión que los actuales? En definitiva: ¿y si la polarización no es otra cosa que la expresión inevitable, necesaria y transitoria de las tensiones derivadas de los grandes cambios a los que estamos asistiendo? Si así fuera, bienvenida polarización.

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