España Global, rey retrógrado

El rey Felipe VI también está en campaña

Sebastià Alzamora
2 min

Supongamos que la reina Isabel de Inglaterra abriera con un discurso un evento internacional que se celebrara en alguna capital del Reino Unido (Edimburgo, por ejemplo), afirmando ante todos que su país es una democracia plena. Causaría perplejidad. Supongamos también que, además, los líderes independentistas escoceses estuvieran siendo juzgados a la vez en un juicio de dudosa calidad jurídica y democrática, después de haber pasado más de un año en prisión preventiva. Supongamos, además, que los ciudadanos escoceses hubieran sido golpeados por la policía mientras votaban en un referéndum de autodeterminación convocado por el gobierno escocés. Y supongamos que la reina hubiera dado el visto bueno a esta represión violenta y que hubiera intentado interferir en el juicio con el argumento, típicamente autoritario, que la ley es previa y superior a la democracia. Entonces, el discurso de la reina Isabel de Inglaterra causaría no sólo perplejidad (se da por sabido que el Reino Unido es una democracia plena: mal vamos si la reina tiene que salir a contarlo en un foro internacional), sino también estupor (¿cómo osaría la máxima representante de una monarquía parlamentaria inmiscuirse de esta manera en asuntos que no le corresponden, y que son tan delicados?)

Este comportamiento que resulta difícilmente imaginable por parte de la reina Isabel es exactamente el que tuvo el domingo el rey Felipe VI en la cena oficial de apertura del Mobile World Congress. Los congresistas del MWC, gente acostumbrada a hablar del futuro, se deben sentir reconfortados cuando una figura tan futurista como un rey les habla de la aprobación, hace cuarenta años, de una Constitución en un país que salía de una dictadura que había durado cuarenta años más. Si los responsables del MWC se tragan esto sin protestar, no veo por qué nos han de inquietar tanto las huelgas del taxi o en el metro, ni la huida de Uber y Cabify.

El rey Felipe VI también está en campaña, y no deja pasar ni un acto oficial de una cierta relevancia sin decir algo ofensivo para los ciudadanos del estado español que se sienten incómodos con su actuación, o sin al menos repetir por enésima vez que España es una democracia envidiable, a ver si nos entra en la cabeza. Claro que no nos lo dice exactamente a nosotros, sino pensando en el exterior. Pero claro, en el exterior todas estas proclamas llegan mortecinas y diluidas, y si alguien les presta atención le deben hacer el mismo efecto que la estéril campaña del España Global del ministro Borrell y la secretaria de estado Irene Lozano ( una secretaria de estado capaz de comparar un referéndum de autodeterminación con la violación de una mujer): el efecto descrito por aquella frase latina que dice "Excusatio non petita, accusatio manifiesta". O, para decirlo con un refrán bien castellano, "Dime de qué presumes y te diré de qué careces". Ya se ve que hablamos de personas fatuas y pomposas, que desconocen el sentido de la vergüenza, que sí abunda -por suerte- entre los ciudadanos sobre los que se piensan que mandan.

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