14/08/2018

Paseando, ahora, por el Concilio Vaticano II: ¿qué queda de todo esto?

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Poeta y crítico literarioCaminando hacia el 'bosco sacro', para encontrarme con mi amigo Josep Maria Benítez-Riera, historiador de la cultura, me repetía la frase que Plinio el Viejo atribuyó a Apeles, el gran pintor de Colofón: “Ningún día sin un trazo”. ["Nulla dies sine linea, Historia Natural", 25,36,12]. Ningún día, pues, sin preguntas.

Valentí Gómez i Oliver. Regresemos al Concilio. ¿Qué pasó con el cardenal Martini, el intelectual biblista? ¿Fue favorable o contrario?

Josep Maria Benítez-Riera. Martini, una vez se hubo instalado como obispo en la conflictiva Milán, era un hombre nuevo, maduro, con acreditada espiritualidad pastoral y con mucha sensibilidad social, curtido en derrotar al mal, consolar a los que sufren y resolver los problemas reales de la gente.

V. No me dices nada nuevo. Sé que se implicó mucho con los jóvenes. Pero a nivel social mantuvo una actitud “impropia” de un capitoste de la Iglesia. Dicen que intervenía en política.

J.M. Sí. De manera muy italiana, pero no diría que fuera inapropiada. En realidad actuó como mediador imparcial para la disolución de las “Brigadas Rojas”. Consiguió que le entregaran sus armas. De los brigadistas recibió, en su palacio episcopal, los kalashnikovs y dinamita, sin presencia policial. La prensa informó: “Nell’Arcivescovado... uno sconosciuto... abbandonò sul tavolo... fucili kalashnikov con caricatore, un fucile beretta, un moschetto automatico, tre pistole, un razzo per bazooka, quattro bombe a mano, due caricatori e proiettili”. Dialogó con los terroristas. Visitó a los asesinos encerrados en la cárcel y se implicó en ayudarlos , como personas, y también a los familiares de sus víctimas.

V. Sí, recuerdo las fotografías de los prisioneros entre rejas. Por cierto, ¿cómo fue el anuncio de la convocación de un Concilio Vaticano III?

J.M. ¡Buena memoria! Idea muy suya que la prensa también propagó como si se tratara de un velado desafio a la Curia. Martini lo planteó durante el Sínodo de 1999. Con una hábil valentía, utilizó la retórica de Martin Luther King: “tengo un sueño: propongo hacer el ejercicio de confrontación universal entre los obispos”, un nuevo Concilio “instrumento colegial universal autorizado” en la linea de la fuerte “experiencia de comunión y colegialidad del Vaticano II”.

V. Es decir, un Vaticano III ¿para conseguir qué?

J.M. Para poder enfrentarse “con libertad” a los nuevos problemas del mundo y del catolicismo de final de siglo: como la falta de sacerdotes, la dignidad de la mujer dentro de la Iglesia, el ministerio sacramental, la sexualidad, la problemàtica del matrimonio y de los divorciados, la práctica penitencial, el ecumenismo. Decía: “Cortar los nudos doctrinales y disciplinarios que atan a los fieles practicantes dentro de la Iglesia”.

V. Impresionante, ¿pero su Vaticano III no se llegó a convocar?

J.M. Fracasó. El sueño ni siquiera llegó a ser considerado viable ni tampoco fue bien aceptado por el Sínodo. Era lógico, porque Juan Pablo II había declarado poco antes que el Vaticano II todavía debía completar su aplicación y su plena realización. Y Martini lo aceptó, pero nos habló claro...

V. ¡Impactante y al mismo tiempo aleccionador!

J.M. El cardenal, ya emérito y afectado por el parkinson, lo escribió en unos personalísimos 'Coloquios nocturnos en Jerusalén' ('Colloqui notturni a Gerusalemme') donde todavía se expresaba de esta guisa: “Tenía sueños...una Iglesia que avanza...con pobreza y humildad. Una Iglesia que no depende de los poderes de este mundo. Una Iglesia que deja espacio para las personas que son capaces de pensar de manera abierta. Una Iglesia que sugiere valor especialmente a todas aquellas personas que se sienten poco cosa o pecadores. Soñaba una Iglesia joven. Hoy ya no tengo estos sueños. Pasados los 75 años he decidido rezar...”

V. Muy fuerte. ¿Y qué quedó de aquel concilio Vaticano II y del no nacido Vaticano III? ¿Que quedó de todo aquello?

J.M. Del Vaticano II quedan muchas cosas. Mas de las que la gente cree. Tendríamos que hablar de ello si quieres. Del Vaticano III no queda nada, fue un no nacido. ¿Novedad? Nada de nada.

Josep Maria, mientras nos alejábamos del 'bosco sacro', se despidió con una de las máximas de Plinio el Viejo: “La naturaleza humana está ávida de novedad” ["Est natura hominum novitatis avida, Historia Natural", 12,5,3]. Mientras iba pensando sobre el sentido de aquellas palabras, recordé la novedad que representó para mí, muy joven, la lectura de la 'Aulularia' (Comedia de la Olla) de Plauto. Y dicho texto me trajo a la memoria lo que había escrito el gran comediógrafo latino: “Más a menudo ocurre lo que no era esperado que lo que tú esperas” ["Insperata accidunt magis saepe quam quae speres", Mostellaria, 197].

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