FÚTBOL

¿Por qué nos ha dejado de gustar el fútbol?

El ARA habla con aficionados y expertos sobre un desencanto que la pandemia ha acentuado

Xavi Hernández Navarro
5 min
Aficionats seguint el Barça-madrid per internet

Barcelona"El fútbol sin público es como cocinar sin sal". "Cada año noto que me gusta menos". "Me desengancho porque los partidos me aburren". "Una Superliga europea se lo cargaría todavía más". "El VAR es una mierda". "El dinero lo puede todo". "Ver al Barça es un foco de mal rollo". "Me interesa más la Premier que la Liga". "Me gusta más leer cierta prensa crítica que verme un partido entero". "Solo sigo los equipos que no son el Barça por el Comunio". Frases como estas proliferan en las redes, en los grupos de Whatsapp y en los pocos encuentros que permite la pandemia: la pasión por el fútbol vive horas bajas. El covid ha agudizado un sentimiento que viene de lejos y que está motivado por múltiples factores en una sociedad cada vez más compleja e impaciente.

El ARA ha hablado con decenas de forofos que intentan poner palabras a un desencanto tan unánime como diverso. Hay a quien le cuesta apartar el mal momento del Barça a la hora de explicar sus sensaciones. Otros creen que el coronavirus ha multiplicado la desnaturalización causada por el VAR, la burbuja del mercado de fichajes y los horarios imposibles. Y hay quien, a pesar de ser crítico con todo esto, busca otras vías, en un contexto de estadios vacíos y de sonido ambiente enlatado, para mantener viva la llama por el deporte que más les gusta. Los especialistas, por su parte, se esfuerzan en analizar este fenómeno de masas más allá de la bajada general causada por el covid: el modelo genera debate.

Messi en un partit contra el Leganés

El antropólogo José Mansilla empieza su análisis haciendo referencia, como no podía ser de otro modo, a las dificultades que introduce la pandemia para desarrollar aspectos muy característicos de la pasión por el deporte rey. "El fútbol, más allá del juego, es un ritual con una función expresiva muy clara. Genera identidad y comunidad cuando la gente se reúne para verlo en un estadio o por la tele, cosa que ahora no se puede hacer por las restricciones. Así, los vínculos no se pueden renovar", dice. Una reflexión que cuadra con uno de los motivos que Pau Alcalde, aficionado del Barça y trabajador social, ve clave para argumentar por qué se ha enfriado en los últimos meses: "Antes compartía los partidos con los amigos en un bar y ahora, solo en casa, me cuesta ponérmelos". El covid también afecta, según Marta Borrueco, psicóloga del deporte e investigadora de la UAB, por una simple cuestión de prioridades: "El componente social del fútbol ha desaparecido, pero la incertidumbre de la pandemia también hace que el entretenimiento pase a un segundo plano. Estar en situación de ERTE o el miedo del contagio tiene efectos negativos en el desarrollo de nuestras actividades".

"Costará encontrar símbolos como Guardiola"

Las frases de desaliento continúan llegando al Whatsapp o al muro de Twitter aunque el Barça haya jugado hace unos días, en Valladolid, uno de los mejores partidos del curso bajo la batuta de Pedri, un futbolista que ilusiona. "Es que Barça y Madrid tienen ahora equipos muy grises comparados con los que tenían hace diez años". "Si los clásicos son una tabarra, ¿qué puede esperar un forofo del Betis de un partido contra el Getafe?" "El fútbol moderno ha destruido el romanticismo". Efectivamente, el chasco no solo es cosa de la pandemia. "El fútbol como deporte de masas está muy expuesto a intereses económicos que alteran el sentimiento de identidad y los votos para renovar los vínculos del ritual", observa Mansilla.

Esta sensación afecta de pleno la concepción que los forofos del Barça tienen de su club, que en los últimos años ha basado una gran parte del modelo de negocio en la presencialidad y en un turismo de masas que ha hecho del Camp Nou y del museo dos motores económicos imprescindibles para pagar el salario de Leo Messi y otros cracks. "Cada día me siento menos identificado con el Barça. Ya no es el club de la ciudad, es demasiado internacional. Ser del Barça ya no significa gran cosa", sentencia Samuel Valiente, aficionado culé que analiza la situación desde una óptica de la publicidad, su oficio. "Los turistas venían al estadio con la entrada del crucero", explica Montserrat Farell, miembro de la Peña Azulgrana de Sant Esteve Sesrovires, que pone el foco en la situación del equipo para argumentar su particular desencanto: "Ni teniendo a Messi somos un equipo ganador". Identidad y posibilidades de grandes victorias, dos factores que el Barça actual, con el Camp Nou vacío y todavía sin junta directiva, tiene que recuperar de manera equilibrada y decidida para volver a ilusionar. Ahora bien, Mansilla avisa: "En sociedades complejas como la nuestra, la unidad alrededor de determinadas figuras tiende a hundirse. Creo que es casi imposible que el Barça repita un fenómeno como el de Guardiola hace unos años".

Gil Manzano consultant el VAR

Otro elemento que destempla a los aficionados es la falta de aliciente en la Liga, un torneo que en el siglo XXI han ganado 15 veces (de las 20) o el Barça o el Madrid. Esta dinámica incluso cansa a culés y madridistas, que desearían una lucha más igualada a partir de un reparto televisivo más justo o de un tratamiento más plural en los medios de comunicación. "En España casi todos los titulares son para el Barça y el Madrid. Mediáticamente no tiene valor que seas del equipo de tu ciudad", observa Álvaro Amores, psicólogo y futbolero establecido en Madrid. Los colores no son un tabú para las principales cabeceras del país, que en los últimos meses –y quizás es sintomático– han optado por la información sobre el coronavirus para aumentar el tránsito de visitas a sus webs. Unos medios que se hacen eco de la vida de unos futbolistas que la pandemia no ha hecho sino alejar todavía más de la realidad de sus seguidores. "había jugadores que hacían exhibiciones de lujo casi pornográficas durante el confinamiento", ejemplifica Mansilla.

Un modelo desgastado

El fútbol se ha convertido en una industria multimillonaria, los partidos ya no se pueden ver gratis por televisión y los horarios son cada vez menos compatibles con la vida. Aun así, ¿puede hacer algo para recuperar una parte de la magia perdida? Las fuentes consultadas ofrecen algunas pistas en esta línea. "Quizás se podría crear un draft [como la NBA] para que los jóvenes talentos reforzaran los equipos más humildes", explica Gerard Batllori, técnico de audiovisuales y forofo del Girona. "Quizás se podría vender el fútbol como un producto cultural muy envuelto y ponerlo en el catálogo de Netflix o la HBO", sugiere Amores. Y en cuanto al juego en si, el extécnico del Arsenal y ahora jefe de desarrollo de la FIFA, Arsène Wenger, propuso hace algunos días nuevas normas para hacerlo más atractivo, como permitir saques de banda con los pies en los últimos minutos de juego o rebajar la rigurosidad del fuera de juego en determinadas situaciones. La revolución podría no acabar con el VAR, una herramienta tan aplaudida como odiada.

De hecho, el videoarbitraje no tardará a aplicarse en la Premier League, la liga más poderosa del mundo y también la más purista, lo cual se nota en la fidelidad de los habitantes de Leicester o Leeds con el club de su ciudad. Ahora bien, la mística del fútbol inglés también se mercantiliza. "Últimamente ir a Anfield se ha convertido en Disneyland", reconoce Justo Serrano, fan del Liverpool que ha comprobado que incluso en el Reino Unido también se ha perdido una parte de la esencia. "Cada vez tengo menos interés por todo lo que rodea al fútbol de élite", confiesa. Quizás por eso ahora se ha hecho socio del Sabadell, la ciudad donde vive desde hace algunos años.

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